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En conversación con María Dueñas

24/05/2021
 Actualizado a 24/05/2021
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Recuerdo a María Dueñas casi desde lo comienzos, cuando aún se dedicaba a impartir docencia a sus alumnos de Filología inglesa. Por ejemplo, tengo memoria de aquel encuentro para hablar de ‘El tiempo entre costuras’, también antes de que la novela se hiciera famosísima, alcanzase eco internacional, y, con todo ello, la propia María Dueñas se convirtiese en la novelista de moda. Tanto fue el éxito que empezó a temer que no podría digerirlo del todo.

Las traducciones se multiplicaron, las invitaciones para participar en todo tipo de eventos literarios, también. Y así fue cómo María Dueñas tuvo que abandonar la docencia universitaria, aunque, me reconoce, nunca ha dejado la universidad del todo. Sira, su personaje, una costurera que acabó siendo mucho más que eso, creció sin parar gracias a muchos lectores ávidos. Gracias, también a la serie de Antena 3, «que vieron sobre todo los que ya habían leído la novela», dice, «pero que disparó la audiencia, especialmente en Latinoamérica».

María Dueñas sabe cuánto le debe a Sira. No le resultó fácil desprenderse de ella. Aún nos vimos dos veces más, antes de que la pandemia lo hiciera imposible. Fue, primero, en 2012, con motivo de la publicación de ‘Misión Olvido’, donde Dueñas se reencontraba con la investigación universitaria y el pasado colonial español en los Estados Unidos. Entonces esa novela supuso una forma de apartarse del aluvión provocado por ‘El tiempo entre costuras’. «Mucha gente me pedía una segunda parte de la historia de Sira, pero yo no lo veía necesario. No es que los lectores fueran insistentes: lo dejaban caer, sin más. Hasta que pensé que ya no ocurriría», explica.

También hablé con ella cuando en 2015, con gran apoyo editorial de Planeta, como correspondía a una autora en alza, publicó ‘La Templanza’. De nuevo un argumento salpicado de visitas a ciudades maravillosas, a tiempos perfumados de exotismos pasados, como el Jerez del siglo XIX: esta vez, con el comercio del vino de fondo y la lucha contra las adversidades de la vida. María Dueñas seguía construyendo sus novelas de época, pobladas de personalidades arrebatadas, tenaces, a veces en manos de un destino incierto. Aún publicó una más (esta vez sin entrevista de por medio), ‘Las hijas del capitán’, en 2018.

Y ahora, algo más de doce años después, Sira Quiroga regresa. María Dueñas retoma la historia que la catapultó a la fama, y lo hace, me dice, con naturalidad, aliviada de todas las presiones. «Tenía mis dudas», me dice, «pero resulta que simplemente han esperado, por si ocurría. Y parecen encantados con el regreso. Al menos, esa es la primera impresión».

Hablamos al mediodía, por teléfono. Me cuenta que la pandemia ha cambiado demasiadas cosas, pero no su deseo de escribir. Ha vuelto a documentarse muchísimo: fotografías, hemerotecas (como la de ABC), y muchísima información de aquí y de allí. «No puedes cometer errores», dice. Se habla de una tirada de 500.000 ejemplares, teniendo en cuenta las ediciones de América Latina. ‘El tiempo entre costuras’ había empezado con 3.500. «Cuando se amplió a 50.000 ya me parecía increíble. Empezaba el vértigo», explica Dueñas entre risas al otro lado del teléfono. «Lo de ahora ya lo tomo bien: eso sí, con la responsabilidad que supone para un escritor».

Le pregunto si alguna vez pensó que su vida daría un giro de esta naturaleza. Si alguna vez creyó que dejaría la docencia en la universidad y que la literatura se convertiría en su única ocupación. «Ni me lo planteé», me dice. «Ni se me pasó nunca por la cabeza. Mi único objetivo no era otro que terminar una novela, que no era poca cosa, y, sobre todo, buscar una editorial. No pensaba en la importancia de las tiradas ni en ese tipo de cosas. Bastante tenía con sacar la novela adelante. Pero un día descubrí que aquello iba en serio y que seguramente ya no lo podía parar».

Doce años después, como decimos, María Dueñas ya ha dejado atrás el vértigo del éxito, aunque ese cosquilleo de la obra recién publicada siempre permanece. Así que creyó que esta vez sí era el momento de recuperar a Sira Quiroga y, de paso, dar una alegría a sus innumerables seguidores. «La primera novela había generado una especie de tsunami, y estaba algo abrumada, aunque, al mismo tiempo, muy feliz. Pero como sabes yo sigo yendo mucho a Marruecos. A Tánger. Y a Tetuán. Siempre me da pena no pasar allí más días de mi vida. Y regreso a casa con la idea de que estoy dejando atrás un territorio maravilloso que tuvo una época increíble, que daría para mil novelas. Pero cuando vuelvo, me olvido. Sin embargo, la última vez fue diferente. Volví con un librito que contenía los obituarios de los expatriados ingleses enterrados allí…Y de nuevo le di vueltas y más vueltas a este asunto. Así que decidí volver al Tánger dorado de los años 40 y 50. De la mano de Sira, por supuesto», me cuenta María con entusiasmo.

‘Sira’ cierra el círculo de ‘El tiempo entre costuras’, aunque Dueñas ha dejado el final abierto, por lo que pueda pasar. «Nunca se sabe», dice entre risas. Aquí está otra vez la costurera, viajando por un mundo difícil. Nos movemos por escenarios muy hábilmente reconstruidos. Palestina, durante el Mandato Británico, el Londres oscuro, crepuscular y nevado tras la guerra, Madrid, envuelto en el dolor y la grisura de aquel tiempo, y la visita de Eva Perón, que tanto impacto tuvo. Y, finalmente Tánger. También hay un homenaje a la radio de entonces, al servicio internacional de la BBC.

«Sí, en esta novela sigo la huella del imperio británico en el mundo. Me apetecía mostrar ese final del imperio, ese momento tan decadente», dice. «Hay mucha ficción, pero también mucha realidad. En los capítulos dedicados a Palestina, al principio de la novela, hay numerosos elementos históricos. La explosión del hotel King David, por supuesto. Y lo mismo sucede en los demás capítulos, como en la visita a España de Eva Perón (que Sira va a conocer). Lo que intento es no tergiversar los hechos. Me interesaba explorar el exilio español en Londres. La importancia que tuvo la BBC para muchos (aparece Chaves Nogales, por ejemplo), que les pagaba un pequeño sueldo. Lo de Eva Perón me parecía imprescindible… esa bienvenida descacharrante… La prensa extranjera decía que nada de eso tenía sentido, que era surrealista, tanto ágape, tanta comida, con el país muriéndose de hambre a la vez... Pero a Franco le apuesta le salió bastante bien, logró algunos acuerdos comerciales, lo que debió ser un alivio, considerando el aislamiento internacional en el que se encontraba», concluye.
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