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En busca de la igualdad perdida

01/11/2020
 Actualizado a 01/11/2020
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El coronavirus es como los pimientos de Padrón: en los parques infantiles se contagia y en las fiestas de las élites no. Más de siete meses después del inicio del confinamiento, considero que la mayoría de ciudadanos hemos comprendido la importancia de la responsabilidad individual a la hora de minimizar los efectos colaterales de la pandemia a nivel sanitario, económico y social. Sin embargo, aquellos que nos lideran parecen no tener aún tan claro aquello que se pasan horas y horas predicando y reprochando.

Se habla constantemente de la irresponsabilidad de los jóvenes con las fiestas ilegales y los botellones y, aunque no voy a quitarles ni un ápice de culpa, ellos no son los únicos culpables. A pesar de que lo sigo creyendo firmemente, esta vez no volveré a repetir el largo alegato de que muchas de las medidas tomadas por las autoridades llegan tarde y mal por estar basadas en una guerra política de egos que para nada prioriza la salud y la economía de la población. No obstante, aunque ya estamos acostumbrados a que las élites digan una cosa y hagan la contraria, en una situación crítica como esta me sorprende que sigan actuando así. Quizá en su mundo sea completamente coherente que los ciudadanos de a pie no podamos juntarnos si somos más de seis y que entre ellos puedan llegar a reunirse 150, pero en el mío no. De hecho, me parece una falta de respeto.

Según el artículo 14 de la Constitución, «todos los españoles son iguales ante la ley», pero, como muchas personas apuntan, «algunos son más iguales que otros». ¿Por qué no se les sanciona por acudir a una fiesta de la que todos tenemos constancia? ¿Acaso con un simple ‘perdón’ les es suficiente para pagar por saltarse las normas y atentar contra la salud pública? Una vez más, se cumple la máxima que tantas personas defienden.

En definitiva, teniendo ya asumido que, por el momento, la igualdad tan solo es aparente, agradecería a nuestras autoridades que se tomaran en serio las medidas que tanto predican, polemizan e imponen a la ciudadanía, aunque a veces solo duren unas horas, así como que dejen de reírse en nuestras caras. Y que si lo van a seguir haciendo, al menos, disimulen.
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