david-rubio-webb.jpg

El vendedor de gallinas ponedoras

01/07/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
Yo tuve un gran amor durante un chaparrón y sentí aquella vez tan profunda pasión que ahora el buen tiempo me da asco. Cuando el cielo está azul no lo puedo ni ver que se nuble ya el sol, que se ponga a llover, que caiga pronto otro chubasco», cantaba Alberto Pérez en aquel disco de 1981 grabado en La Mandrágora y así titulado, cuyas letras han tomado, esta semana y en esta ciudad, más vigencia que nunca. A Joaquín Sabina no le quedarán ni voz ni ganas, pero le sobran versos como para escribir su propia versión de la historia de este país, de modo que su ‘Adivina, adivinanza’ de aquel disco sería la mejor banda sonora posible para los debates sobre el traslado «discreto» de los restos deFranco, que resulta cualquier cosa menos discreto. Javier Krahe resucita cada noche de San Juan para recordarnos que nos quema más lo que nunca arde y que la hoguera sigue siendo una forma muy digna de cumplir con el delicado asunto de la pena capital, aparte de que en esta provincia vivimos un constante Villatripas de Arriba contra Villatripas de Abajo. Sus ‘Zozobras completas’ deberían ser lectura obligatoria para alumnos de la pública, de la privada y de la concertada. Las tormentas como aquellas a las que cantaba ‘El trovador paisajista’ y sus torrenciales arrebatos se han colado en la programación de las fiestas locales, a base de querer llenar incluyendo todo lo que pasa en la ciudad durante estos días, y han demostrado que, ahí arriba, cirros, cúmulos y estratos entienden de música más de lo que parece. Sin necesidad de sacar a la Virgen de Castrotierra en romería, el cielo nos ha evitado que «la chispa de El Arrebato inundara (muy bien elegido el verbo) la fresca (muy bien elegido el adjetivo) noche de la Plaza Mayor», que decían las crónicas fabuladas, o que Marta Sánchez nos pudiera deleitar con su versión del Himno Nacional con la que, desesperada, vuelve a intentar dar su particular do de pecho. Llueve cuando tiene que llover. Desde que Fernando Alonso añadió a su rosario de excusas y lamentos que incomprensiblemente el cielo no le pedía permiso para soltar agua, de modo que le perjudicaba sólo a él y beneficiaba a todos sus rivales, no se había visto mayor precisión en los pronósticos meteorológicos. Sobre las tormentas y las redes sociales se podría hacer una tesis doctoral, ya que evidencian que a todo el mundo le parece que a todo el mundo le interesa ver cómo llueve desde su ventana, generando inundaciones reales y virtuales que anegan cualquier esperanza de encontrar el sentido común. Menos mal que la traca final incluyó una visita de María Dolores de Cospedal, a quien se podría acusar casi de populismo al afirmar en esta tierra que «Pedro Sánchez va a hacer bueno a José Luis Rodríguez Zapatero», que es algo por lo que en otro sitio quizá no le aplaudirían, pero aquí... Dijo también genialidades del tipo «quien venga al PP a ganar dinero se equivoca de vocación y de partido; será expulsado, sea quien sea y venga de donde venga», lo que, sumado al insignificante detalle de que ella ha sido la presidenta del partido durante estos años, nos deja a todos muy tranquilos. En el PSOE, José Antonio Díez dice que no sabe quién se inventó el máster del que presume, que es como si digo yo que no sé quién ha podido escribir toda esta sarta de tonterías con las que me despido hasta después del verano, y como argumento aporta la poca credibilidad de la transparencia de su partido (eso sí que es respetar las siglas), en cuya página aparece como soltero y casado al mismo tiempo. No será su caso pero soltero y casado se puede estar perfectamente, sobran ejemplos. En cambio, lucir un máster que ni tan siquiera existe filtra peor, por mucho que uno sea experto en filtraciones. En lo que sí ha demostrado ser experto, y lo avalan tanto su currículum como su trayectoria, es en geología, sobre todo política, porque los movimientos de placas tectónicas del PSOE en su era de mayor actividad sísmica nunca le han afectado. Esta semana también aprendí que, en algunos pueblos, una noche llega el zorro y al día siguiente suena la bocina del vendedor de gallinas ponedoras.
Lo más leído