El Valle de los Caídos, a examen en la ULE

La historiadora Susana Sueiro ofrece este miércoles en Filosofía una conferencia sobre "la verdadera historia" de este monumento

Fulgencio Fernández
20/11/2019
 Actualizado a 20/11/2019
Vista del Valle de los Caídos. | L.N.C.
Vista del Valle de los Caídos. | L.N.C.
Hoy es el 20 N, el aniversario de la muerte de Franco, en 1975. Losnombres de Franco y el Valle de los Caídos son seguramente los más repetidos en los telediarios de los últimos meses. Las dos situaciones han propiciado la celebracióndela conferencia de divulgación científica queorganiza INDETEHI —Investigación de Temas Históricos— de la Universidad de León (ULE) y dirigido por el profesor Javier Rodríguez. Será a partir de las 12,00 horas, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León, bajo el título dePasado, presente y futuro del Valle de los Caídos, que será impartida por la Catedrática de Historia Contemporánea de la UNED, Susana Sueiro Seoane, hija de Daniel Sueiro, autor de un libro con el mismo título de la conferencia, cuya cuarta ediciónacaba de ver la luz, con un prólogo de la conferenciante de hoy en León y un nuevo título: El valle de los Caídos. Los secretos de la cripta franquista.

Susana Sueiro recuerda que el libro de su padre fue "una investigación pionera emprendida aún en vida de Franco, publicada tan solo un año después de su muerte, en la difícil coyuntura del comienzo de la transición, cuando aún estaban vigentes las instituciones del franquismo. Un libro, por tanto, valiente, además de un relato preciso y riguroso de la génesis y el desarrollo de la construcción del monumento".

Por las páginas del libro recoge las palabras de sus protagonistas -arquitectos, escultores, penados y obreros libres- que hicieron "a mi padre muchas confidencias personales que se hubieran perdido de no ser por la publicación del libro. Con ellas están muy presentes las fuentes de archivo y hemerográficas, creo que el gran valor de esta investigación es, sobre todo, el impresionante trabajo de historia oral, a través de numerosas entrevistas a personas con las que entró en contacto, que estaban vinculadas de una u otra manera con la construcción del monumento".

Cree que Sueiro que el fuerte "movimiento revisionista de sectores que siguen justificando hoy en día el golpe de estado y el franquismo" hace mucho más necesaria la lectura del libro frente a quienes hablan de "deshacer la leyenda negra y los mitos creados por la izquierda y los separatistas españoles en torno al Valle de los Caídos"; y señala algunos ejemplos como "el libro de Juan Blanco, editado por Fuerza Nueva con el título Valle de los Caídos: ni presos políticos ni trabajos forzados, en 2009, o el de Alberto Bárcena, Los Presos Del Valle De Los Caídos, (2015), que sostienen que los presos fueron voluntarios y que su vida fue allí casi bucólica".

Analiza Sueiro Seoane la realidad de España después de la Guerra Civil, cuando "se impuso un plan sistemático de exterminio de los opositores políticos, en régimen franquista se implantó por medio del castigo de los que se habían opuesto a la sublevación militar y de los que potencialmente lo pudieran hacer" y cita los trabajos del profesor Javier Rodríguez, director del INDETEHI y profesor de la ULE: "Se sirvió de un conjunto de leyes al servicio de un poder judicial instrumentalizado por el Régimen y completado con la utilización de la fuerza del ejército, los diversos cuerpos policiales, grupos paramilitares, requetés y falangistas, se aplicó de forma arbitraria y con indefensión del preso".

En medio de este estado de cosas, reflexiona Sueiro que dadas las durísimas condiciones imperantes en las cárceles españolas de aquella época, «cualquier preso político prefería acogerse al llamado Sistema de Redención de Penas por el Trabajo, ideado por el régimen franquista para explotar laboralmente a los cientos de miles de presos que abarrotaban sus prisiones».

Muchos de ellos fueron los que acabaron trabajando en el Valle de los Caídos, "pues para el preso era una opción mejor que estar encerrado en insalubres y masificadas cárceles porque el trabajo forzado les acortaba el tiempo de condena y, en el caso del Valle, podían trabajar al aire libre y recibir las visitas de sus familias. Aun así, la gran mayoría de los que trabajaron excavando túneles y galerías, horadando el interior de la roca granítica e inhalando su polvo, de cristales finísimos, murieron prematuramente a causa de la silicosis".

Frente a esta situación que describe Sueiro y que recogía su padre en su libro está la versión de los llamados 'historiadores revisionistas', quienes defienden "el Valle de los Caídos era un monumento de reconciliación», pese a que, explica, «el decreto de creación del monumento, de 1º de abril de 1940, no deja lugar a dudas de que pretendía homenajear y recordar a 'los caídos por Dios y por la Patria', a los héroes y mártires de la gloriosa Cruzada, o sea, a los vencedores». La idea de que fuera un mausoleo para todos los caídos "surgió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Régimen necesitaba un reconocimiento internacional y hubo que dar una imagen más aceptable de cara a las democracias occidentales». Pero recuerda la historiadora que «incluso en el discurso de la inauguración del monumento en 1959, se siguió insistiendo en la idea de 'nuestros mártires'. De hecho, sobre las puertas de acceso a los sepulcros subterráneos donde están enterrados los muertos de la guerra, aún puede leerse la inscripción Caídos por Dios y por España, 1936-1939".

Se estipuló que los enterrados en el Valle de los Caídos, fueran del bando que fueran, tenían que ser "españoles y católicos, y contar con el consentimiento de los familiares", que debían manifestar su interés por escrito a los gobernadores civiles de las distintas provincias. "El Régimen necesitaba muchos muertos para llenar aquel enorme mausoleo, pero el llamamiento de las autoridades para que los muertos de la guerra se enterrasen allí no tuvo demasiado éxito así que, al final, el traslado de restos se realizó de forma masiva y con gran descuido, sin identificación y sin autorización, y en muchas ocasiones con nocturnidad, en concreto por lo que respecta a los muertos republicanos, que habían sido asesinados por los nacionales y enterrados en fosas comunes clandestinas. La mayoría de los que constan como desconocidos en los libros de registro del Valle fueron llevados allí sin conocimiento de los familiares", explica Sueiro.

En estas circunstancias es muy difícil precisar el número de los que fueron enterrados en los osarios de la basílica, ni la identidad precisa de todos ellos. "Se cree que puede haber los restos mortales de unos 34.000 combatientes de ambos bandos. Se sabe que empezaron a llegar en 1958, cuando ya estaba casi terminada la obra. Los monjes benedictinos allí residentes iban anotando las referencias de los muertos de una forma muy somera, y en general muy incompleta, en los libros de registro de entradas. Hubo temporadas de auténtica avalancha, de ingresos masivos de restos, en los que los monjes prácticamente no daban abasto para ir registrando las cajas con huesos". En los años 60 siguieron llegando muchas cajas y, dice Sueiro, «no puede descartarse que haya en el Valle más republicanos que franquistas. Lo cierto es que los nichos o columbarios están ocultos, fuera del alcance de los visitantes, sellados con chapas de mármol. El lugar donde están enterradas las víctimas de la guerra es totalmente inaccesible. Los familiares han pasado de no saber dónde estaban sus padres o hermanosa enterarse de que están enterrados junto a Franco, "pero no pueden ir a depositar junto a sus restos un ramo de flores".

Susana Sueiro señala que en aquellos "20 interminables años que duraron las obras, veinte mil hombres trabajaron en turnos sucesivos de ocho horas durante las 24 del día. El costo fue descomunal, muy superior al presupuestado. Franco realizó visitas en innumerables ocasiones, la mayoría de ellas de incógnito, acompañado sólo de un policía o del chófer. Siempre silencioso, poco expresivo, se paseaba mirándolo todo con sumo detenimiento y tomando decisiones sobre todos los aspectos, incluidos los artísticos".

Cierra Sueiro Seoane sus reflexiones e investigaciones manifestando un deseo, "evitar que las batallas partidistas y la política terminen contaminando la historia.Por supuesto que la ideología es algo inherente al trabajo del historiador, que siempre escribe desde unos parámetros concretos, pero de ninguna manera el historiador es un político. Cuando vemos en las librerías obras que conciben la historia como un combate y que hacen un uso del pasado con fines políticos, es reconfortante recuperar este libro de Daniel Sueiro sobre el Valle de los Caídos, un libro de verdadera historia, muy documentado, en el que no faltan elementos para la polémica". De ellos habla este viernes en León, el 20 N.
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