El último escaparate

"El cementerio de la foto vivió el abandono de los pueblos que ven cómo se marchan sus hijos y lamentablemente no regresan. Hasta que un vecino pide, cuando ya intuye el final tras larga enfermedad, quedarse en aquel lugar"

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
27/04/2021
 Actualizado a 27/04/2021
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En estos tiempos que corren, de cenizas al viento y noches en los tanatorios, de la búsqueda de lo sencillo y práctico, se va haciendo cada día más difícil entender los viejos sentimientos que despertaba la relación con la muerte, que por ser tan cercana –ya desde el nacimiento y la infancia– se hacía cotidiana y hasta con cierta familiaridad.

Siempre me llamó mucho la atención la cantinela de la abuela cuando ya entraba en la ancianidad: «A mí enterrarme en un lugar que le de mucho el sol, que me voy a quedar ahí para siempre». Mi madre avisaba cada Navidad de que iba a ser la última, aunque por suerte tardó 20 años en ser verdad, y sólo hacía una petición para ese duro momento: «No me saquéis de casa, velarme , como se hizo toda la vida».

Ya lo sé. No es lo que pide esta sociedad actual ni es lo que haremos nosotros pero cada cual es hijo de su tiempo, sus creencias, sus formas de vida.

El cementerio de la foto vivió el abandono de los pueblos que ven cómo se marchan sus hijos y lamentablemente no regresan. Hasta que un vecino pide, cuando ya intuye el final tras larga enfermedad, quedarse en aquel lugar. Le entienden amigos y familiares. Deprisa y de hacendera se arregla el camino para llegar hasta allí. Y detrás de él son muchos los que solicitan quedarse allí, como él. Hoy es uno de los cementerios más cuidados que puedas encontrar, un soleado último escaparate en Las Muñecas.
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