04/05/2021
 Actualizado a 04/05/2021
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Cuando salgan a la luz estas líneas, el día cuatro de mayo de 2021, el pueblo madrileño estará acudiendo a las urnas y, por lo tanto, aun no se sabrán los resultados de la verdadera y definitiva encuesta, que es la emisión del voto, hasta última hora de la tarde/noche. Entre tanto cabe decir que no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo.

Lo más triste de las elecciones es que, aunque parece que todos ganan, siempre queda la sensación de una sociedad dividida entre vencedores y vencidos como si se tratara de una pugna por intereses personales y de partido más que por el bien de todos los ciudadanos. El caso es que, leyendo los programas de las diferentes formaciones políticas, todas prometen cosas muy buenas, y ninguna es absolutamente buena ni totalmente mala. Claro que también hay propuestas incompatibles e irreconciliables entre sí.

Más de una vez he pensado que un servidor, de haber intentado crear un partido político, tendría muchos puntos en común con Podemos y con VOX. Por una parte uno no puede permanecer indiferente ante necesidades tan sangrantes como la falta de trabajo o de vivienda, o situaciones tan dramáticas como los desahucios. Como español tampoco se puede admitir que se esté rompiendo España o que tengan más privilegios los asesinos que las víctimas. Tampoco se puede considerar progreso la existencia de prácticas tan crueles y sangrantes como el aborto, verdadera vergüenza de un mundo que llamamos civilizado.

En cuanto a los temas sociales que tanto preocupan: educación, sanidad, empleo… parece que en general todos coinciden bastante en el diagnóstico, pero lo importante es el tratamiento. Y aquí lo más ineficiente es la demagogia, que hay bastante.

En el momento de escribir estas letras no se sabe el resultado de las elecciones madrileñas, aunque todo indica que ganará una mujer tan especial como Isabel D. Ayuso. En su partido desean obtener mayoría absoluta, pero como nadie tiene la verdad absoluta y para evitar caer en el triunfalismo, no vendría mal que tuviera que depender de otras formaciones menos acomplejadas. Desgraciadamente muchos votan al partido popular por considerarlo el menos malo, pero reconocen que a veces tienen que hacerlo con la nariz tapada. No somos quien para dar consejos a nadie, pero nos atrevemos a recomendar a los dirigentes del partido vencedor, con o sin mayoría absoluta, aquel consejo de Don Quijote a Sancho: «Llaneza, Sancho, que toda afectación es mala».
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