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El sitio de mi recreo

29/07/2017
 Actualizado a 09/09/2019
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Una de las curiosidades que tiene esta ciudad es la cantidad de clubes de recreo que posee. Si la memoria no me falla, en León hay nueve sociedades deportivas, las popularmente llamadas ‘piscinas’.

Como bien saben, todas ellas con miles de socios, lo que desmonta rápidamente el falso mito de que para pertenecer a una de ellas hay que ganar más que un concejal. Lo que sí es cierto, es que muchos de los que allí han echado los dientes, se convierten automáticamente en LTV (leoneses de toda la vida), definición magistral de gran periodista, novelista y usuario de estos clubes.

Yo nací siendo socio de la Venatoria, gracias a mis abuelos Armando e Inés que a mediados del siglo XX decidieron invertir los ahorros en una piscina, un lugar donde practicar deporte, ocio y recreo. Se da la circunstancia de que muchos socios están tan identificados con su club, que apuntan a sus hijos en la piscina antes incluso que en el registro. Digo yo que será por aquello de asegurar el árbol, no vaya a ser que un socio de nueva hornada tenga la osadía de quitárnoslo.

Tras hablar con amigos de otras sociedades y comentar vivencias, al final llegas a la conclusión de que todas tienen muchas cosas buenas y también los mismos cantantes.

En todas existen gentes con camisetas sin mangas y los turbo de los años ochenta, mayores que se quejan de que los niños meten mucho ruido y el chequeo habitual de las nuevas caras por si no eres socio y has ido con un pase de favor.

Yo crecí en una piscina, no solo en verano, también en invierno, aunque ahora frecuento otra, ya que al igual que dicen que uno no tiene la edad que le marca el DNI, sino la de la mujer que ama, en esto de las piscinas ocurre algo parecido, y una vez firmado el contrato pasas a formar parte de la piscina de tu pareja y en mi caso, la madre en apuros, venía con el carné del aero debajo del brazo.

Me cuentan fuentes fiables de la Venatoria, de esos que deberían pagar doble cuota por exceso de uso de las instalaciones porque no han gastado nunca agua caliente ni calefacción en casa, que Rafael Santos ha recuperado la idiosincrasia de la piscina, después de una época triste y de un expresidente con ideas y proyectos fantasiosos, más propias del Madrid de la era de Gallardón, que de una sociedad recreativa.

El nuevo presidente sin duda apuesta por los más pequeños, por el futuro, con propuestas valientes como enviar el burle de cartas de la cafetería al salón de juego. Por fin buen hacer y sentido común.
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