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El síndrome Fuenteovejuna

20/06/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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El título alternativo sería ‘Esplendor en la hierba’ de Elia Kazán. Un buen director de cine, pero una mala persona. De todos modos, agradecer la presencia de la singular y conmovedora belleza de Natalie Wood. Volviendo a la realidad, la primavera ha llegado y cubriendo la provincia con un vasto manto de verdor. Desde las faldas del Teleno o las Ubiñas, hasta la estepa. Incluso el pino de Gordaliza –de haberlo– estaría flamante. Cereales, monte bajo, robledales, castaños, praderías, sebes y matorrales. Hemos sacrificado muchas tardes, viendo la melancólica lluvia en la ventana. Pero ha merecido la pena, porque la Naturaleza ha cumplido. No obstante, el verde tapiz, es un arte «efímero» como el que presenta el Musac, del que en breve sólo quedará el recuerdo y las hierbas resecas.No lejos del lugar, un hombre displicente contempla el panorama. Parece tener la cabeza en otras cosas. No son los pájaros, las flores, los animales o el aroma lo que le atrae. Su imaginación puesta en la dantesca escena de llamaradas sobrevolando las copas de los árboles. No sabemos cuándo, ni cómo, ni quién. Pero sabemos el porqué: Los incendios forestales son rentables. El hombre empresario o «emprendedor», especula con el grosor de los troncos, el volumen de madera necesaria para su industria y el momento ideal para tirar la cerilla. El helicóptero, a punto en Camposagrado; los agentes forestales expectantes pues, en la campaña, arriesgarán sus vidas, pero la ganarán con un salario; los voluntariosos, inquietos por si acaso; y los lugareños, temiendo por su pueblo amenazado. A menudo, la vesania y el negocio cabalgan juntos. El pirómano se excita por las llamas y el maderista por el producto barato. Pensando en el negocio, se frota las manos y agradece la demencial política de la Junta que autoriza la compra del árbol calcinado. Realmente, cuando los políticos se ponen a pensar –lo que rara vez sucede– son de temer porque eliminando el hábitat, se elimina también al lobo ibérico, en su punto de mira. Para acabar de forma más alegre, un entretenido juego. Pregunta: «¿Quién quema el monte?» Posibles respuestas: «El político de la Junta». «El maderista». Los de «Tragsa». «El tonto de la barbacoa». «El descerebrado». La respuesta: como en Fuenteovejuna. Todos a una. Entre tanto disfruta el esplendor en la hierba y descubre las posibilidades que tiene.
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