13/02/2021
 Actualizado a 13/02/2021
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Se acercan las elecciones catalanas y los excarcelados por la Generalitat avisan de que «lo volverán a hacer» refiriéndose, claro está, al referéndum 1-O denunciado como ilegal por todos los miembros de la Unión Europea al tiempo que establecieron que el «asunto catalán» se tenía que resolver en base al orden constitucional español. En aquel entonces, el Parlamento Europeo también hizo mención a los 46 millones de españoles a los que afectan estas decisiones, así como a una porción de catalanes que, aunque no griten, también cuentan, y a los que, además, un referéndum que por su naturaleza ofrece entre un sí o un no, deja con pocas opciones de matizar. «Nos tienen miedo» remacha Junqueras acertadamente. El miedo a los nacionalismos no es infundado. Y este nacionalismo viene dando señales de alarma desde hace tiempo.

Recordemos sin ir más allá, aquella frase propagandística que en su día usó CiU y que decía: «La España subsidiada vive a costa de la Cataluña productiva». O la reflexión de Oriol Junqueras: «Los Catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles, más con los italianos que con los portugueses y un poco con los suizos. Por otro lado, los españoles, presentan más proximidad con los portugueses que con los catalanes y muy poca con los franceses»: Miedo.

Se van haciendo concesiones y nada parece contentar a los independentistas. La política de ‘appeasement’ que ya se practicó con Alemania en los años 30, abocó no sólo a la deshonra, sino a la guerra. Conviene hacer memoria.

Para los que dicen que España no tiene trayectoria democrática, baste decir que la evolución española desde el fin de la dictadura es uno de los triunfos más destacables de la historia de la constitución europea.

Para los que apelan a una vulneración de derechos humanos en Cataluña, es de reseñar que después de las dictaduras europeas y de la caída del muro de Berlín, nuestras sociedades democráticas se han configurado sobre tres pilares: democracia, respeto del Estado de derecho y derechos humanos. Los tres se necesitan entre sí, no son excluyentes, no se puede utilizar un principio en contra de los otros y si retiramos un elemento, los otros dos se desploman. El respeto al Estado de derecho no es una opción. Si la ley no te otorga automáticamente lo que quieres (a veces, pasa), no puedes saltarte la ley a la torera. Se puede trabajar para cambiarla, dialogar y perseverar, pero no hacer caso omiso y desde luego, no meter miedo.

El 1-O fue un ataque a la democracia y, por lo tanto, esas primeras palabras de Cuixart tras salir de prisión, no se deben tomar a la ligera.

Así las cosas, mientras el mundo tiende a la unidad, hay un puñado de paisanos que se dedican a hacer la petaca a la mayoría.

Más no olvidemos que también hay quien reclama la soberanía de Castilla, quien enarbola «Ni Castilla ni León, Bierzo nación» o aquello de «Tabarnia libre». Visto lo visto, yo recomiendo como detalle estrella de San Valentín el felpudo de IKEA «República Independiente de mi casa».
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