26/10/2020
 Actualizado a 26/10/2020
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Hace unos meses la broma era que el Gobierno iba a permitir salir a la calle de dos a tres. La ironía del Universo contestó el sábado sumando una hora más al toque de queda. A esas horas tecleaba yo estas letras, pensando si, como decían las redes, caería un rayo en un campanario y viajaríamos atrás en el tiempo.

No cayó el rayo, y mejor, porque no sé qué haría si volviera al pasado. Es un juego sesudo elucubrar qué decisiones cambiaríamos y cómo podría eso modificar nuestras historias. Suena a ciencia ficción, pero creo que la mayoría trataríamos de no cometer los mismos errores, sino otros, seguramente con peores consecuencias. Puede que sea una concepción muy lineal del tiempo. Pero es más duro pensar en planos superpuestos y que en más de la mitad de los pueblos leoneses lo de prohibir movimientos entre las diez y las seis suena a coña. Pasa porque las normas también son lineales y afectan a todos aunque las realidades sean distintas. A unos les preocupa si tendrán que cerrar a las nueve para estar a las diez en casa, otros si pueden salir a atender a la vaca si se pone de parto y otros si se tienen que quedar a dormir en casa del ligue (después de las preceptivas PCR).

Igual el rayo no caído nos hubiera llevado al futuro para no tener que esperar y cometer los errores que ya tenemos planeados. Ahorra incertidumbre descansa el cuerpo y te deja preparado para, por ejemplo, seguir trepando por estas cumbres y valles de las curvas del coronavirus. O para disfrutar del despliegue del wifi en la luna (proyecto de Nokia y la Nasa), mientras acaba de llegar el teléfono a Peñalba.

Ahora que lo pienso, puede que el rayo ese si haya caído y nos haya chamuscado todos los esquemas. Mejor pensar eso que no tentar una tormenta solar para rematar el año.
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