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El poder de los sin poder

20/02/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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¿Qué está sucediendo en el mundo, y más concretamente en la cultura occidental, para que un simple ciudadano tome iniciativas y funde plataformas contra actitudes lesivas a sus derechos democráticos?

¿Dónde están los poderes públicos que no defienden a sus ciudadanos y sí en cambio da la sensación de que se transforman en sus acosadores?

La opinión pública está cada vez más convencida que aquellos que ejercen el poder no son fiables porque el aparato de la administración pública se muestra de forma opresora y no colabora en su defensa y menos en facilitarle la vida.

El poder que ostentan las fuerzas políticas, resultado de una votación popular democrática, está desvirtuando los principios básicos de una convivencia que ha salido del pueblo y que debe revertir en él mediante una cuestión muy simple: la gestión social, la administración honesta, en definitiva, el ejercicio de una política para el pueblo.

Recientemente una fotografía de una mujer delante de una tanqueta de la policía venezolana ha rememorado aquella de la plaza de Tianamen y que son muy ilustrativas de lo que sucede en este mundo global.

El poder no se quiere dar cuenta que el ciudadano admite errores, tiene paciencia ante ellos porque entiende que el ejercicio de la política es difícil y requiere comprensión, pero lo que ya colma su paciencia es comprobar sobre sus carnes doloridas por el sacrificio diario de sacar adelante a sus familias, de levantarse temprano para trabajar, de soportar carencias, de ser objeto del sangrado de las haciendas públicas, cómo legislatura tras legislatura son incumplidas las promesas electorales de regeneración y reforma de una sociedad cada vez más injusta y convulsa.

El ciudadano tiene un límite de paciencia y de aguante ante el panorama y espectáculo lamentable que ofrecen las formaciones políticas de todo tipo.

La institución política que debería atender con solicitud y velando por los intereses ciudadanos sería el ayuntamiento, cercano a los vecinos y oídor de sus problemas. Y, qué hacen la mayoría de ellos? Además de promocionar a personajes irrelevantes y poco aptos para la gestión, castigan al ciudadano con una fiscalidad abusiva y confiscatoria que deja atrás el abuso de los señores feudales, de las monarquías parisatarias de otros tiempos y todo ello avalado por un sistema recaudatorio estatal que ve con placer cómo puede enjugar el gran déficit que provoca su entramado de obras fantásticas y poco acordes con las necesidades de los ciudadanos.

Aquí está la madre del cordero y el origen de lo que puede ser el cambio inmediato del paradigma político en los próximos tiempos.

El poder corrompe y es verdad. El poder adormece y es cierto, cuando está al servicio de intereses espúreos. El Poder abusa del pueblo ante su inercia y su ingenuidad.

Mas también el poder puede desnortarse y perder la sensibilidad cuando se endiosa, se enroca y trata al pueblo como algo necesario sólo cada cuatro años y con el fin de sacarle el dinero sin más.

No hay soluciones adecuadas para hechos tan próximos como el terrorismo islámico, el problema de los refugiados, el abandono de los valores humanísticos europeos, los abusos económicos, el desajuste mediático, la sensación de inseguridad, los salarios minúsculos, las ganancias astronómicas de algunos, las actitudes contra la unidad de la nación y… un sinfín de asuntos que han contribuido a que en Europa, y más concretamente en España, surja un movimiento ciudadano que, poco a poco, trate de limpiar los recovecos oscuros del Poder con mayúscula, que ha traicionado las esencias básicas de la democracia.

No hay que ser demasiado duchos en el tema para que, desde el sillón de nuestro hogar, contemplemos el bochornoso espectáculo de un país que desde la mañana a la noche, asiste a un reality con sus políticos paseando desde sus domicilios registrados hasta la comisaría de policía y desde aquí a la cárcel; instrucciones de causas que duran años; causas que tardan en sustanciarse en sentencias, filtraciones a la prensa , grabaciones de todo tipo, tribunales televisivos que juzgan a todo bicho viviente, sobre todo si no es de su agrado y un pueblo atónito y cada vez más alejado de aquellos que pregonan constantemente las bondades de sus programas políticos. Y una agravante, el dinero que se han llevado desaparece y no es restituido.

¿Ya no quedan personas idóneas que afronten una reforma administrativa, social y política en España con solvencia?

No nos inquietemos porque serán los ciudadanos los que se pondrán delante de esa tanqueta del Poder para decir basta, ha llegado la época de las reformas razonables, rápidas y consensuadas con el fin de no caer en problemas de más entidad y no lamentar algo que responda al interrogante la pregunta ¿ por quién doblan las campanas?
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