Secundino Llorente

El pendulazo de la LOMLOE

20/11/2020
 Actualizado a 20/11/2020
Guardar
El Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves la LOMLOE Celaá, por los pelos, por 177 votos a favor, uno más de lo que marca la mayoría absoluta. En las ocho reformas de la ley de educación de los últimos cincuenta años el péndulo ha oscilado a izquierda o derecha dependiendo del partido ganador de las elecciones. Hace siete años, al aprobarse la LOMCE de Wert, el péndulo se desplazó hacia la derecha. Hoy los votos y la política primaron más que los alumnos y la educación. Esta vez el péndulo se movió con más fuerza que nunca hacia la izquierda. Con el apoyo independentista, esta ley ‘sanchista’ ha conseguido el consenso unánime del resto de fuerzas políticas, incluida una buena parte del PSOE, tildándola de «disparate o chapuza». ¿Por qué tantas descalificaciones a la LOMLOE?

En primer lugar, no se enfrenta a los temas más urgentes y conflictivos de la educación, porque prefieren no complicarse la vida metiéndose en avisperos que pueden restar votos. No interesan temas enrevesados, como el acoso escolar, el abandono escolar temprano, el bilingüismo o el fracaso escolar.

En segundo lugar, es una ley blindada por la impenetrable barrera del ‘buenismo’. Eso es lo fácil. Aprovechar las difíciles situaciones generadas por la pandemia para dar en la ESO la titulación sin límite de suspensos y restringir la repetición a casos excepcionales. En bachillerato, dar el título por compensación con una asignatura suspensa y los que tengan dificultades, para que no se depriman, dispondrán de un bachillerato ‘a la carta’ con tres años en lugar de dos y así no figuran como repetidores. Combatir este mantra es muy difícil. Es esta una Ley de la Educación contra el talento en la que no se valora la excelencia. El que se atreva a defender el valor del esfuerzo, de la disciplina o de la memoria se expone a ser tildado de reaccionario. Pero la realidad es que no estamos para ‘tirar cohetes’ porque los últimos informes PISA nos sacan los colores y España está en el farolillo rojo de la educación en Europa a la altura de países como Malta, Rumanía o Bulgaria.

En tercer lugar, el gobierno utiliza la educación como moneda de cambio para contentar a los independentistas en plenas negociaciones de los presupuestos: Resulta vergonzoso que el PSOE proponga y vote una enmienda transaccional a su propia ley de Educación para eliminar como lengua vehicular al castellano y que, por exigencia de Esquerra para votar los presupuestos, en Cataluña sólo se enseñe el español como cualquier lengua extranjera, como el inglés o el francés. En lugar de unir, se amplía la brecha entre comunidades autónomas. Ya no será el Gobierno, como estaba previsto, el encargado de la formación del profesorado, sino cada autonomía, con 17 ‘MIR’ educativos distintos. Vamos directos al mismo atropello que se viene cometiendo cada año en la adjudicación de plazas en las universidades después de la selectividad en la que cada autonomía se vale de preguntas, tiempo y criterios de corrección diferentes.

Por último, destacamos aquellos cambios que están provocando ya manifestaciones y protestas masivas. Los dos principales focos son ‘la enseñanza concertada’ y ‘la educación especial’. La primera se queja de que se ponga coto a la red de escuelas concertadas al eliminar el término ‘demanda social’ que obligaba a las autonomías a planificar las plazas escolares en función de la preferencia de las familias. Su argumento hoy a la puerta del Congreso era que «quieren un modelo único, laico y público, pero se van a topar con el Constitucional, que garantiza la libertad de elección de las familias». Es curioso que los colegios concertados y católicos de ‘Las Irlandesas’ donde estudiaron las dos hijas de la ministra de educación hoy se levantan en armas contra la ley de su madre. El segundo foco, ‘la educación especial’, son las manifestaciones de padres de niños con discapacidad contra la LOMLOE que propone cambios en un horizonte de 10 años para trasladar la escolarización de estos niños de sus colegios actuales, donde cuentan con medios, profesionales y docentes especializados, a los centros ordinarios donde, en opinión de muchos padres afectados, serán «aparcados como muebles». La plataforma ‘Educación Inclusiva Sí, Especial También’ lucha por sus hijos y se muestran preocupados por la posibilidad de que ellos sean acosados y objeto de bullying en escuelas que no están preparadas, y dudan de que lleguen a estarlo, para atenderles como necesitan.

Aún quedan más cambios, casi siempre con polémica: Los inspectores educativos ya no se elegirán por oposición, algo que no gusta al sector educativo, que sospecha que se fomentará el enchufismo. Se perpetúa la selectividad tal y como la conocemos, por supuesto, sin atreverse a imponer una selectividad única. la Religión no contará para la nota media y se dará prioridad a la educación afectivo-sexual, blindándose los talleres LGTBI contra los que quieren objetar los padres del ‘pin parental’. No a la segregación por sexos ya que los centros sostenidos con fondos públicos no podrán separar al alumnado por su género.

Ya no me sorprende casi nada, pero si hubiera leído este artículo hace unos años no me lo creería y lo echaría a la papelera de las ‘fake news’. Pero, por desgracia, aquí no hay noticias falsas. Es la pura realidad. Y con este panorama, ¿Qué podemos hacer? «Sólo esperar». Igual que esperamos el final de la pandemia con la vacuna, esperaremos un final próximo para esta reforma educativa. A veces es preciso caer hasta el fondo para ver la necesidad de salir porque nos estamos ahogando y necesitamos «la vacuna del pacto educativo soñado». Pero, ¡POR DIOS! Y por sensatez y cariño a los alumnos, que nunca volvamos a sufrir un ‘pendulazo’ al otro extremo.
Lo más leído