06/04/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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El pasado miércoles, mientras cenaba con ‘la madre en apuros’, pusimos el parte del brillante Vicente Vallés en Antena 3.

Entre el combinado de noticias que vimos, hubo dos, que sin duda nos llamaron la atención y que además no trataban ni de las elecciones ni de Cataluña.

En la primera de ellas, el hermano mayor de una Cofradía de Cuéllar pedía ayuda porque se había quedado sin costaleros para sacar el paso el próximo Viernes Santo. «En breve lo petan», le dije a la madre en apuros, «ya verás como se apuntan de toda España»; la Semana Santa es muy solidaria y son innumerables las distintas acciones por las que este colectivo siempre se ha movilizado, y de manera desinteresada.

Al cabo de unas horas, un 'tweet' de Susana Ahijado, la redactora que elaboró la noticia, decía: «Cuando te sientes útil. Alud de voluntarios en respuesta a la demanda de costaleros para Cuéllar». Sin duda un ejemplo más de hermandad, y que demuestra lo que muchos pensamos desde hace tiempo, que no es otra cosa que la Semana Mayor no es sólo esa tradición rancia, con falsas identidades y localismos que muchos defienden a capa a escapada. La Semana Santa es simplemente universal. Algo tan obvio como, por poner un ejemplo, que las bandas deben de ir detrás del paso, un hecho que nadie pone en cuestión en ningún sitio salvo aquí, en el viejo reino.

Nuestro segundo debate versó sobre la noticia de que el Ayuntamiento de Algeciras premiaba a sus trabajadores por el hecho de ir a trabajar. El ayuntamiento de esa localidad, ante el gran absentismo laboral, bonificaba con 500 euros a todos los empleados que no hicieran novillos.

Tuve que volver a escuchar la noticia en la web porque me pareció lo más vergonzoso e indigno que he escuchado en mucho tiempo. La caradura del personal es del tal magnitud, que la administración les permitía hasta unos días de alivio, asumiendo que exigir que los empleados acudiesen a sus puestos de trabajo todas las jornadas, sería imposible.

Una vez más el sentido común parece que brilla por su ausencia, primero por no actuar con contundencia y segundo por premiar una obligación.

Algo impensable al menos en mi mundo y en mi entorno, pero por lo que parece hay sitios donde podría llegar a convertirse en una practica habitual. Ideas de lumbreras para un mundo de listos y jetas con más cara que espalda. Mientras tanto, en el viejo reino, en la cuna de los teleoperadores seguimos jodidos, cogiendo llamadas y pidiendo permisos para ir al baño. Pero claro, no hicimos un examen o no tuvimos un buen padrino.
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