El Palacio de las estrellas en Castrocalbón

Jesús San José Hernández es un nombre imprescindible en la historia de la música tradicional leonesa; Sanjo y La Braña son nombres unidos y resistentes en el tiempo. Este lunes nos lleva a su pueblo, Castrocontrigo y a un lugar tan sugerente como su nombre: El Palacio de las Estrellas

Fulgencio Fernández
03/05/2021
 Actualizado a 03/05/2021
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Si dices en León Sanjo y La Braña ya has reunido la historia de la música tradicional de esta tierra. Medio siglo de fidelidad a nuestra música y nuestros romances, a nuestros músicos y nuestras gentes, a las que tantas veces ha escuchado Jesús San José Hernández con su libreta o grabando en su cassette.  

Tuvo Jesús, Sanjo, la suerte de ser hijo de músico y heredar también su pasión, en la Universidad se sumó a la tuna pero le llamaba nuestro folklore y aprendió de los mejores, con históricos como Víctor de la Riva (dulzaina), Luis Mondelo (chifla y tambor) o Busto y Astorgano (gaita); para  ir sumándose a los recordados grupos que iban naciendo en León por los años 70 y 80: Gente Libre, Hierba del Campo, Vida Nueva... La Braña, con quienes lleva cuarenta años, prácticamente con la misma formación inicial: Sanjo junto a Pilar, Tere, Marcelino y Gelo. Muchos discos, libros y entre ellos una joya reciente, su ‘Cuaderno de cantares de La Braña’. Ahí está casi todo porque todo se está haciendo inabarcable.

En paralelo caminaba el Jesús San José profesor, empeñado en que los bachilleres supieran física y hasta lo lograba con su enorme paciencia. Y la tercera vía, tercera vida si se quiere, es la de un paisano excelente, cercano, siempre dispuesto... uno de esos que llega a esa deseable categoría de «buena gente», que no hay muchos.

Con él, con Sanjo, nos vamos a su rincón favorito. Ha recorrida tantas veces la provincia, escuchando y cantando, que el problema será elegir un lugar. Tiene tantos vinculados a recuerdos que toma la calle del medio y nos vamos...
- ¿Dónde nos vamos Sanjo?
-  Como yo no soy experto en senderismo ni lugares recónditos, os voy a llevar a mi pueblo, que no suele figurar en las primeras páginas de las guías turísticas, y por ello muchos leoneses no lo conocen bien. Se trata de Castrocalbón, último pueblo de la provincia por el Sur, «a la raya de Zamora». Muchos lo han visto de paso, por la carretera de La Bañeza a Camarzana, y han disfrutado de la zona recreativa donde está el río, la piscina, el chiringuito, el ‘hotel’ y el polideportivo, pero pocos forasteros se toman la molestia de subir la cuesta del Palacio, que es por donde vamos a ir nosotros.
- Si la cuesta es del Palacio... habrá Palacio.
- Algo hay. Es en la subida desde el barrio de Jarambiel hasta una meseta donde se encuentran las ruinas de lo que aquí llamamos ‘El Palacio’, un lugar que al atardecer adquiere una gran belleza, y si tenemos suerte podemos ver una espectacular puesta de sol sobre las viñas de El Chano. Los principales restos  que quedan de la edificación medieval (entre los siglos XIV o XV) son dos piezas monumentales: El Arco y El Paredón, consideradas como iconos del pueblo. El imponente Arco es el único que se conserva de varios que había. El Paredón está construido de tierra apisonada de enorme grosor. 


El Palacio es un lugar que al atardecer adquiere una gran belleza, y si tenemos suerte podemos ver una espectacular puesta de sol sobre las viñas de El ChanoEste Palacio, que nos recuerdan dos singulares elementos, está vinculado a la historia de Castrocalbón, como parece inevitable, y que en este caso nos cuenta el profesor San José Hernández: «En la parte oriental de este cerro se encuentran también restos del castro prerromano que da nombre al pueblo. Para no extenderme os diré que muchos testimonios de nuestra milenaria historia se exhiben en el museo arqueológico y etnográfico Maximino Descosido y si tenéis tiempo, también podemos solicitar una visita, pues merece la pena.

Seguro que la merece. Pero le recordamos a Sanjo que no buscamos en estos tesoros lugares imposibles para nadie y nos ha hablado de subir una cuesta, ¿cómo de cuesta?, que dicen los castizos.  «Tranquilos, se sube bien, está asfaltada hasta arriba, y también puede subirse por un camino de piedras entre bodegas. En la meseta se encuentra también la ermita de la Virgen del Castro, y la ruta que vamos a hacer coincide con la que se hace todos los años para trasladar la imagen en procesión hasta la iglesia por la fiesta de Pasquilla. A menudo este camino de subida lo recorren los pendones de la comarca, bajando posteriormente por la vega en un recorrido muy pintoresco».

Tenía Sanjo muchos lugares a los que viajar pero se decidió por su pueblo, seguramente vinculado a ese recuerdo habitualmente feliz que es la patria de la infancia. «Me trae muchos recuerdos, muchísimos, porque era uno de los sitios por donde jugábamos de pequeños. En esta alta pradera estaban las eras, y todavía recuerdo cuando nos dejaban a los chavales montar en los trillos; además, antiguamente se hacía allí la fiesta, con los músicos y las carameleras, algo que nunca se olvida. Otra curiosidad era la “caseta de las bombas” (ya eliminada), desde donde se disparaban las bombas antitormenta hasta hace pocos años produciendo un estampido imponente; en nuestra imaginación infantil aquello era la lucha entre el hombre y los elementos enfurecidos».

Ha bautizado el lugar al que nos invita a acudir como ‘El Palacio de las Estrellas’, tal vez sea lo más recomendable acudir cuando las estrellas ya se han asomado, camino de la noche o en ella. «No es necesario. A cualquier hora del día es un paseo muy agradable, por las preciosas vistas de la vega y el valle del Eria desde lo alto, pero lo que yo os propongo ha de ser a la caída de la tarde, para poder pasar un rato viendo las estrellas desde el Palacio. Porque aquí hay muy poca contaminación lumínica, y desde arriba el horizonte está muy abierto en todas direcciones. Cuando es noche cerrada parece que nos van a caer las estrellas encima. De hecho, las fechas en que hay estrellas fugaces o eclipses de Luna es donde suele acudir la gente a contemplar estos fenómenos».

- Y si es una noche de luna ya hacemos el pleno.
- Principalmente es suficiente con  una noche que no haya nubes, y mejor también sin luna, para disfrutar de la oscuridad más completa; para el que se inicia, es un placer descubrir las Osas Mayor y Menor, con la Estrella Polar, y en sus proximidades la ‘uve doble’ de Casiopea, para ir recorriendo poco a poco la bóveda celeste y relajarse contemplando otros asterismos primaverales, como El Boyero, la Corona Boreal, la Virgen, el León o los Gemelos. Destacan algunas estrellas muy brillantes como Arturo, Espiga, Régulo y Proción, y también se ve ahora por esta zona del cielo el planeta Marte.

Lección de astronomía añadida. Solo un problema para disfrutar del espectáculo en la noche, se nos echa encima el toque de queda para regresar. «Su nombre lo dice, es toque de queda, os quedáis a dormir en casa. Tenemos buen pan, buena cecina y otros embutidos (todo fabricado aquí en el pueblo) y si es poco hacemos una tortilla grande o unas sopinas de ajo y ¡despachaos!, que el agua y el vino tampoco faltarán».

¡Qué grande Sanjo!


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