El oráculo

«Saldrá adelante, es muy fuerte. Descansa un poco, mujer, la existencia se te ha ido en tejer»

Casimiro Martinferre
20/04/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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-Dime, gigantón, ¿quién tiene los ojos más bellos?

-Desde luego tú no, arrugada. Angelita los tiene, como gemas azul celeste, pero también los más desdichados.

-Sí. ¿Podrías desvelarme su porvenir?

-Saldrá adelante, es muy fuerte. Descansa un poco, mujer, la existencia se te ha ido en tejer. Te he visto así desde cría, y aún sigues aferrada a las agujas. No avanzaste, ahora ya es tarde…

-Mira quién habla, peñasco vegetal. No me dejaron crecer. Mis afanes aprovecharon sólo a los demás, nunca tuve espíritu. Fui puente por el que cruzaron en tropel.

-Tu muerte en vida, sirvió para prolongar otras.

-¿Prolongarlas hacia dónde? No les arriendo las ganancias.

En ese momento dos cuervos se posaron en las ramas.

-Ya llegaron los correveidiles, pajarracos de mal agüero. Tienen más siglos que tú, carcamal de ramas huecas.

-Déjalos, antigua, que me traen noticias del mundo.

-¿Noticias del mundo? ¿Cuántas novedades piensas que van a contar? No soy ni la décima parte de longeva que tú, y sin embargo sé que nada nuevo hay bajo el sol. El sino del hombre es construir castillos en el aire, siempre con las mismas piedras, siempre con final ruin.

-Exacto, reflejos en espejos rotos. Aunque soy menos necio de lo que crees: supe el día que vendrías, podría decirte el instante en que partirás.

-Bonito adivino. No dejaré este mundo ni un segundo antes de tiempo, y cuando llegue ese momento: ¡bendito sea y al fuego conmigo!, porque desconozco qué pinto aquí. Mis alientos los he dedicado a otros.
-Ya premiarán el sacrificio. Perdurarás en los seres queridos.

-¿El paraíso eterno, frailón? ¡Guapo negocio, no haber vivido! El único festín en que participaré, el de los gusanos. Casi prefiero el fuego, ¡fuego, ceniza, la nada!

-Quizás mañana te cuente algo respecto a eso, ochentona.

-Lindo brujo. Lo que mañana dirás, cabrá en el pequeño hoyo que le encargué al sepulturero. Soy la última, después de mí nadie. ¿Quién vendrá a conversar contigo cada tarde, alimento de lumbre, cuando yo falte? ¿Quién impedirá que te talen? Sabrás de la soledad.

-Llevo solo mil años. Echaré de menos la niña que hay en ti.

-Zalamero paticorto. Adiós.

-Adiós.

Librán, junio de 1985




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