El ‘Guernica’ coyantino

En mayo y junio de 1975, el sur de León se opuso a que en Valencia de Don Juan construyesen una central nuclear. Las protestas, sin precedentes, marcaron la historia de la comarca que también quedó plasmada en un cuadro de MonSeñor recién restaurado

T. Giganto
16/05/2021
 Actualizado a 17/05/2021
El artista leonés Monseñor regaló este cuadro a José María Alcón, alcalde de Valencia de Don Juan en 1975, y este lo donó al Ayuntamiento. | T.G.
El artista leonés Monseñor regaló este cuadro a José María Alcón, alcalde de Valencia de Don Juan en 1975, y este lo donó al Ayuntamiento. | T.G.
Horcas, hoces, labradores, mujeres, niños, jóvenes... Tras de ellos un campo infinito de ocres y en el cielo, una tormenta de azules y rojos que no era más que la semblanza de unas calles que bramaban futuro. En ese cielo pusieron el grito los vecinos del sur de León y a ellos se unió toda la provincia generando una fuerza mayor a la que podría ser capaz de producir una central nuclear como la que quisieron instalar en Valencia de Don Juan en aquella primavera de 1975. En las calles la gente dijo no en unos tiempos en los que la negación estaba penada con palo largo y mano dura; Franco estaba vivo pero el franquismo languidecía y por cada estertor de agonía del dictador, con más fuerza respiraba el pueblo. Era España por entonces, todavía, un país de grises a los que el artista leonés Luis López Casado, conocido como MonSeñor, puso color. Él fue quien elaboró entonces la obra que representa lo vivido en aquellos meses de mayo y junio de 1975 en los que las calles dieron un no rotundo al proyecto nuclear que el Gobierno pretendía ubicar en Valencia de Don Juan. Su cuadro lucirá en el Salón de Plenos del Ayuntamiento coyantino a partir de esta semana, lugar al que vuelve del ostracismo de un almacén municipal del que fue rescatado en 2019. Ahora, recién restaurada gracias a una subvención del Instituto Leonés de Cultura, pasará a ocupar un lugar privilegiado del Consistorio coyantino en recuerdo de un episodio que marcó la historia del sur de la provincia leonesa. «Es el ‘Guernica’ coyantino», comenta con orgullo el historiador y concejal de Valencia de Don Juan, Javier Revilla, haciendo una semejanza de la obra de MonSeñor con la de Pablo Picasso. «El Guernica de Picasso se creó como una llamada de atención al mundo sobre lo que estaba sucediendo en la Guerra Civil de España en 1937 y se pinta sobre la marcha también en un mes para el Pabellón español en la Exposición Internacional de París, con carácter efímero. Así fue pintado el ‘Guernica’ coyantino de MonSeñor», afirma Revilla quien no pasa por alto aquello en lo que ambas obras difieren, más allá de la técnica artística, pues mientras que Picasso pintó el desastre en grises, MonSeñor plasmó la lucha previa para evitarlo a todo color. Estos han recuperado su viveza gracias al trabajo pormenorizado de restauración llevado a cabo por la empresa Abayalde S.L.

La central nuclear estaba proyectada a 5 kilómetros de Valencia aguas abajo del Esla
El cuadro fue un regalo de MonSeñor, artista hoy ya fallecido, a quien era por entonces alcalde de Valencia de Don Juan, un joven José María Alonso Alcón que llevaba tan solo tres meses en la Alcaldía y que jugó un papel clave en el movimiento social generado contra el proyecto atómico. En la obra pictórica se plasma lo vivido en los meses de mayo y junio de 1975 tanto en Valencia de Don Juan como en la capital leonesa hasta donde se trasladaron las protestas y la negativa del pueblo a la construcción de una central nuclear que generaba un miedo atroz en una comarca volcada en hacer futuro con la agricultura. «¿Quién va a querer después nuestros cultivos?», se preguntaban los labradores en unas conversaciones que dejaron de girar entorno a la productividad de la remolacha para pivotar sobre la radiactividad y las consecuencias que estas podrían tener sobre sus tierras. Y sobre el futuro de sus hijos. Fue a primeros de mayo de 1975 cuando la prensa provincial se hizo eco de que dos empresas hidroeléctricas relacionadas con el Instituto Nacional de Industria pretendían construir aguas abajo del Esla, a cinco kilómetros de Valencia de Don Juan, una central nuclear cuyo coste iba a ser de 20.000 millones de pesetas.

Los proyectos atómicos eran defendidos con contundencia por el Gobierno pero entre la población generaban suspicacias y rápidamente se organizó formando la Comisión para Estudio de Instalaciones Nucleares. En toda la zona fueron apareciendo unas pegatinas redondas en las que se leía: ‘Central nuclear NO, comarca de Valencia de Don Juan’ y pintadas contra la nuclearización de la Vega del Esla. Lo recuerda Pery Lechuga, autor del libro ‘Coyanza 1975’, que por entonces regentaba una tienda de decoración en el municipio y no dudó en coger sus brochas para pintar la oposición a la nuclear. «Había que tener mucho cuidado con la Guardia Civil, eran tiempos en los que este tipo de acciones estaban perseguidas y lo hacíamos todo en la clandestinidad», cuenta ahora con un poso de nostalgia pero con el mismo entusiasmo con el que en su día, como todo el sur de León, plantó cara a una propuesta en la que veían «la ruina de la tierra». Esgrimían razones medioambientales, miedo a lo desconocido por no saber qué consecuencias podría tener en la salud y también un daño irreparable en la economía pues la central nuclear daría al traste con la agricultura y un turismo pujante entonces, pues los asturianos comenzaban a llegar por cientos en verano y había proyectadas varias promociones de viviendas para su compra. Del otro lado de la moneda atómica estaban quienes veían con la central una oportunidad laboral alejada del arado, una fuente de ingresos y una decisión del Gobierno que había que respetar.

«La toma de León»

Pero esos no fueron los que triunfaron y en la clandestinidad se fraguó una primera protesta el 10 de mayo de 1975 a las puertas del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan mientras en su salón de plenos los alcaldes de 59 pueblos liderados por Alcón debatían cómo plantarle cara al Gobierno con todo lo que este hecho suponía para unos regidores nombrados por el propio Movimiento. Miles de personas recorrieron las calles coyantinas y al día siguiente, las de León. Tractores y coches cortaron la circulación de la ciudad en un acto que los medios de comunicación denominaron ‘La toma de León’. «Centrales sí, pero lecheras» o «Necesitamos regadíos pero no centrales nucleares» fueron algunos de los mensajes que se pudieron leer circulando por el centro de León por donde la población miraba atónita aquella riata de vehículos antinucleares.

Las protestas se sucedieron en mayo y junio en Valencia de Don Juan y en León
Tras el éxito de las protestas iniciales realizaron 6.000 copias de unas alegaciones que distribuyeron para que se firmasen en toda la zona y presentarlas en Industria en León. Pero los tiempos eran los que eran y la represión no tardó en llegar. Primero con la negativa de hacer una misa de campaña el día de San Isidro para pedirle al Santo que les guardase del «pedrisco atómico» y después con fuertes cargas policiales y detenciones en una segunda manifestación en la capital en la que pedían la liberación de Carlos Carrasco, del movimiento ecologista Aeorma que había acudido a León para celebrar una mesa redonda en la que exponer las contras de los proyectos nucleares. «Aquel día los heridos se contaron por cientos y muchos ni siquiera se atrevieron a ir al médico por miedo a ser detenidos», incide Lechuga que no pasa por alto otros apoyos que recibieron como el del Club Cultural y Amigos de la Naturaleza (CCAN), de la Universidad de Oviedo, de los vecinos de Benavente que también se manifestaron o del movimiento estudiantil y periodistas, entre otros muchos. Aquella lucha fructificó y las intenciones iniciales del Gobierno se disiparon dejando clara que la única fuerza nuclear del sur de León es la de su gente, la de aquellos valientes que MonSeñor coloreó para que hoy no perdamos de vista la historia. El riesgo de repetirse también es atómico.
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