16/12/2014
 Actualizado a 19/09/2019
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Cada vez estoy más convencido de que León está empeñado en traerse y hacerse suyo lo mejor de cada tierra. Se empezó con el pimentón de la Vera, ese paraíso cacereño en plena sierra de Gredos. Se siguió con el bacalao que venía de Galicia y ahora tenemos hasta calçots en el molino de Villoria. Pero me da la sensación de que la mayor admiración de esta provincia empieza a ser cada vez más fuerte hacia Andalucía. No me refiero solo a esa manía de celebrar la feria de abril como si esto fuera Sevilla. Ni tampoco a que en el sur de la provincia quieran tener su propia Marbella con lo que queda del dramático ayuntamiento de Valderas. La palma se la lleva el Consistorio de León. Primero fue ese carril bici que a duras penas han podido arreglar pero que en un principio era como el Guadiana, desaparecía para luego resurgir entre callejuelas y giros imposibles. A Contador y a Valverde me gustaría verles llegar sanos y salvos desde Fernández Ladreda hasta el campus de Vegazana… La última es el pintado de las rayas tras el asfaltado, que se hizo en otoño porque el calor sofocante del verano andaluz lo impedía. Ha habido calles en las que durante días se impedía aparcar porque iban a marcar las zonas de aparcamiento, aunque finalmente los conductores han desistido y han vuelto a colocar sus coches donde acostumbraban. Y así sigue, convirtiendo algunas vías en otros Guadianas. Eso sí, las de pago están pintadas desde el primer día, no sea que el presupuesto municipal se desequilibre por el impago de la ORA.
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