El filandón del botillo

09/02/2021
 Actualizado a 09/02/2021
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Solo le falta hablar, pero si lo hiciera, sería el hacedor de los filandones bercianos y el protagonista de los contratos que se forjaban a boca llena. El botillo, embutido rey, monarca del plato berciano, embajador comarcal se queda este año sin fiesta. La cocción con mascarilla no era una opción para el peculiar manjar carnívoro y, en la decisión más dura, se bajó de su propio cartel. En 49 años nunca le tocó vivir una pandemia al festival, que se conserva fresco en la retina, tanto como su viaje a la Antártica, a Andalucía a Cataluña. Casi medio siglo de vuelos y paladares ávidos de conocerlo. Marta Sánchez, los hermanos Quijano, Shaila Dúrcal, Bertín Osborne…eso por no hablar de los mantenedores, milagro mediante, con la resurrección del romántico Gil y Carrasco. Y siempre con la complicidad berciana que no ha querido dejarlo sin un bocado cada febrero. El botillo es unión y vestido de raso. Es compromiso con lo propio y aplauso a la trasfusión de sangre antepasada. Es escenario de la autenticidad de un pueblo que lo aúpa hasta los confines internacionales. Pero el botillo tiene sentido cuando se comparte. Y ese verbo ahora está cuajado de un veto temporal infame. El embutido estaba perfumando su secado en el desván, en puestos de salida, con las ollas preparadas para hacerle bailar en su yacuzzi con patatas. Y se ha quedado ahí, esperando. Eso sí, cerrar los ojos y escuchar sus historias después de una cocción reveladora ha dibujado una sonrisa en los labios que lo compartieron en conjunto casero este fin de semana. Entre mascarillas se ha dejado abrazar en el menú familiar, mirando con nostalgia al pabellón enmoquetado que cambió platos por test de antígenos, escenarios por mesas de pruebas y trajes de gala por palitos de cribado. De nuevo el botillo sabe hacer historia, y en sus reuniones de hogares encendidos, contará que se salvó al no ser en el año de la duda y la esperanza. Una enseñanza, desde su sacrificio.
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