El escaparate en León de la nueva ola

La Mandrágora acogió en los primeros años ochenta conciertos de los grupos más señalados, siendo especialmente recordados los ofrecidos por Siniestro Total y los neoyorquinos The Fleshtones

Carlos del Riego
30/07/2020
 Actualizado a 30/07/2020
El grupo leonés Why en La Mandrágora en 1979.
El grupo leonés Why en La Mandrágora en 1979.
Muy céntrica, a dos pasos de Ordoño, La Mandrágora era, durante los años setenta, una discoteca sin especiales atractivos. Tenía una entrada vistosa, una parte de arriba con taquilla, guardarropa…, y luego se bajaba, mostrando una pista no demasiado grande pero muy apropiada; a un lado de la cual se veía el escenario, elevado, con fondo de espejos y con acceso directo al camerino.

Durante un tiempo La Mandrágora no ofrecía mucho más que el resto de las discotecas convencionales: música de moda, baile suelto y ‘agarrao’, tenía su ambientillo, sus fieles, sus fiestas…, y las atracciones que entonces se llevaban, como la espuma o el rayo láser. Pero en los primeros años ochenta la cosa cambió, puesto que los que formaban el equipo del programa musical ‘Ensalada’, de la Cadena Cope, decidieron no limitarse a radiar discos, sino que se atrevieron a programar conciertos de los grupos más señalados, allí, en La Mandrágora; luego otros organizadores tomaron el testigo.

De este modo en León pudo disfrutarse de los directos de algunos de los nombres más importantes y famosos de ‘la movida madrileña’ y de la nueva ola española en general; y en tiempo real, es decir, cuando esas bandas estaban en pleno auge, a punto de convertirse en figuras icónicas de aquella época. Además, también tocaron en este escenario bandas extranjeras, pero casi siempre conectadas con aquellos efervescentes años en los que casi todo valía. Así, La Mandrágora se convirtió en el escaparate de la nueva ola española en León.La lista de grupos ilustres de la década de los ochenta que actuaron en la Mandrágora es interminable: Alaska y Los Pegamoides (dos veces), Nacha Pop (dos veces), Los Secretos, Aviador DRO, Pistones, Alphaville (los de Madrid, no los alemanes), Radio Futura, Ilegales, Kortatu, Los Cardiacos…, la mayoría de aquellas veladas resultaron intensas, excitantes y cargadas de momentos que, seguro, permanecen en la memoria de muchos leoneses.Pero hay dos actuaciones que quienes estaban presentes jamás podrán olvidar, la de Siniestro Total y la de los neoyorkinos The Fleshtones. Los gallegos daban su primer concierto sin el que fuera su primer cantante solista, Germán Coppini, y a pesar de que dijeron que era por cuestiones médicas, la realidad es que Coppini jamás volvió a Siniestro. Al poco de comenzar, una botella voladora impactó en la cabeza de Miguel Costas, guitarrista y cantante, interrumpiéndose la sesión al instante. El músico fue llevado a la Casa de Socorro, donde el sanitario le dio un par de puntos, le vendó la oreja y se mofó de que alguien llamara a su orquesta ‘siniestrototal’… Así, todo solucionado. Menos el concierto, que no se reanudó. Una joven se confesó culpable, y a pesar de su lamentable estado y de que apenas se le entendía, consiguió explicar que su intención al lanzar la botella era romper el espejo de detrás del escenario, pero no hacer daño. La actuación se suspendió en medio de la confusión; alguno decía que esto había sido «un accidente laboral», otros que volvieran los músicos al escenario, y otros exigían que se les devolviera el dinero (al parecer sólo se le reintegró a un espectador y por causas mayores). Un buen rato después la cosa empezó a calmarse y la gente a irse sin armar mucho ruido. Al día siguiente el suceso iba de boca en boca, y quienes estuvieron aquella noche habrán contado la batallita mil veces.La otra velada para el recuerdo es la protagonizada por la banda de garaje-rock de Queens, Nueva York, The Fleshtones. Nunca fueron un grupo de gran éxito comercial, pero sí tenían muy buena reputación entre la crítica y el público más exigente. Su ‘show’ se desarrollaba muy bien, con mucha energía, guitarras ardientes, cantante espectacular... Pero de repente, el solista (Peter Zaremba) bajó del escenario y se mezcló con el público…, sin dejar de cantar; luego le siguieron sus compañeros con una guitarra al hombro, una pandereta, un saxofón…Y cuando los asistentes más entusiasmados estaban, Zaremba empezó a escalar hasta que llegó al piso de arriba, el resto de la banda lo siguió, pero por la escalera y sin dejar de tocar. Una vez arriba enfilaron la puerta, salieron a la calle y se dirigieron a Ordoño II (sin dejar de tocar y cantar), seguidos por los cientos de asombrados espectadores como si fueran detrás del flautista de Hamelín. Unos minutos de jarana en Ordoño y vuelta a la disco con todo el personal detrás, todos con los ojos muy abiertos y la expresión de enorme sorpresa y… felicidad.

En realidad cada noche, cada grupo, cada concierto dejó aquí unas gotas de esencia de la nueva ola española.

¡Qué noches las de aquellos días de La Mandrágora!
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