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El efecto Perpiñán

14/07/2020
 Actualizado a 14/07/2020
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Los analistas políticos europeos deben encontrarse atónitos ante tanto dislate que estamos presenciando en las últimas jornadas y sobre todo a lo largo de estos años de convulsión nacionalista.

Existen analistas o estudiosos de los problemas que nos incumben, algunos de ellos muy graves, que no pasan la prueba de la equidad y de la ponderación en el estudio de estos problemas.

Buena prueba de ello está en las consecuencias de la separación de la Unión Europea de una potencia como es Gran Bretaña que, a pesar de gozar de privilegios sin cuento, ha considerado salir de la UE que dormita, se complace, se reúne y contempla cómo cada vez más ciudadanos van pasando del entusiasmo a la decepción, de la participación al desencanto, de la elección al pasotismo y la abstención, ante tanto dislate y falta de resolución de las instancias europeas que no terminan de mojarse y solucionar problemas de máxima intensidad para sus miembros.

Si la matriz política no se aclara qué podemos decir de los repentinos fuegos locales que se están propagando al socaire de una legislación múltiple, no unitaria y eficaz que provoca que un fugado de la justicia española y sus acólitos se paseen por los predios europeos a sus anchas celebrando mítines a costa de los impuestos de todos los ciudadanos a los cuales insulta, él y su partido independentista, siendo huésped de estados vecinos que prolongan en juicios interminables, con resultados sibilinos, la estancia en su palacete y corroboran la entrada en un parlamento europeo para ocupar su asiento de eurodiputado.

Naturalmente que esos europeos que no actúan pondrían el grito en el cielo si un ciudadano de ellos predicase la escisión, la rebeldía y otras cuestiones y se alojase en un lugar paradisíaco español; no nos cabe ninguna duda, porque exigirían sus derechos y pondrían a trabajar a sus ‘hermandades’ para que se resolviera el problema por vía de apremio y asistiríamos al asentimiento del gobierno español de turno, genuflexo y timorato ante el clamor europeo debidamente agitado.

No se nos puede contrariar desde luego porque ahí tenemos la mayor afrenta perenne del insulto que supone que una potencia que se dice demócrata, liberal y moderna, sostenga la situación de Gibraltar fruto de un pirateo en una época débil de España.

Por eso no nos extraña lo que está sucediendo en la actualidad con los protagonistas de un proceso diseñado y desarrollado ante un Estado miedoso por arte de los independentistas catalanes y la actuación descarada de sus homónimos vascos que llevan el mismo camino también humillante.

Así que Perpiñán ha sido la guinda del descaro y del pitorreo, como la excarcelación de los jefes de la rebeldía, incluso con empleo, aspecto éste que es un agravio para todos los reclusos de las cárceles.

La disculpa que tienen esos gobiernos europeos que no aplican la normativa para los fugados de una sedición y rebeldía precisamente radica en la debilidad con que se trata a esos independentistas que desean la ruptura con España.

Una nación no se sienta a la mesa de negociación con aquellos que han provocado revueltas, incendiado las calles, se saltan las leyes, permiten que una parte de los ciudadanos experimenten pérdidas en sus negocios y se altere su vida normal, e incluso no hacen uso de sus derechos tan elementales como la enseñanza del idioma oficial o se sientan amenazados físicamente y también en su economía.

En esta situación precaria nos encontramos, en las horas más bajas de nuestra Historia y con la consideración de que todo lo que está sucediendo no va a arreglar las cuestiones de fondo que necesitan de expertos muy racionales y duchos en la materia y la ausencia de sectarismos que han invadido el área política porque los responsables no están a la altura de las circunstancias , ni tienen la formación política, ni poseen los mimbres del conocimiento, ni atesoran la cintura de negociación que es preciso poseer en momentos como éste.
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