30/12/2020
 Actualizado a 30/12/2020
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Cortar por lo sano el nudo gordiano y no perder el tiempo buscando los cabos. En defensa propia, porque, francamente, uno no sale indemne cuando intenta comprender el enredo de normas y restricciones sugeridas o impuestas por las Autoridades para estas señaladas fiestas. Para muestra un montón: 6 o 10 comensales, sin más limitaciones, limitados a 3 núcleos familiares, mejor a 2. Allegados sí, allegados no, que llueva chaparrón. Parientes y trastos viejos. Cenicientas de distintos precios: de las 10, de las 11, de la media noche. Se les nota que no fueron nunca a cerrar un prao con sus abuelos: lo mismo cierran barrios, que ciudades, provincias o prologan los cierres autonómicos perimetrales. 22 no, 23 todos a la vez, 27 no, 29 no sé. En un café se rifa un gato. Qué decir sobre aforos y tipos de negocios, sobre otras multitudes computadas como soledades.

No es más enrevesado el Levítico 11, donde se refiere la normativa alimentaria del elegido pueblo: «De los animales terrestres podéis comer los siguientes: cualquier animal de pezuña partida, hendida en dos mitades, y que rumia, lo podéis comer. Pero de los que rumian o tienen la pezuña partida, no comeréis: el camello, que rumia, pero no tiene partida la pezuña: consideradlo impuro». Y así todo: que si aletas y escamas, que si abominable todo bicho alado que ande a cuatro patas, pero sí la langosta, los grillos y el pequeño saltamontes. El diablo siempre está en los peros.

En el capítulo 16, aparece el chivo expiatorio: «Con las dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, confesará sobre él las iniquidades y delitos de los hijos de Israel, todos sus pecados; se los echará encima de la cabeza al macho cabrío, y después, con el hombre designado para ello, lo mandará al desierto. Así el macho cabrío se lleva consigo, a región desierta, todas sus iniquidades». Era de cajón que alguna compensación tenían que tener. No así nosotros, desgraciados, que además de cumplir con lo primero, en sus ruedas de prensa nos señalan como chivos y nos trasladan sus iniquidades.

Tentador buscar un cabrón y cargarle con nuestros pecados, mandarlo lejos y quedarnos limpios. Tentador mandarlos a todos a tomar vientos. Habrá que hacerlo, pero no desperdiciemos con ellos el deseo para el próximo año. No lo pronunciéis en alto.

León y yo les deseamos para el nuevo inminente salud y ganas de desquite.

Y que cumplas muchos más… tralará ¡Felicidades, mamá!
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