21/05/2021
 Actualizado a 21/05/2021
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Esta última semana el protagonismo lo están copando la defensa de Israel contra los continuos ataques terroristas del lado palestino y, por otro lado, el chantaje del gobierno marroquí a España utilizando como arma arrojadiza a sus propios compatriotas haciéndoles asaltar la frontera en Ceuta.

No quiero centrarme en el origen de ambos conflictos porque eso daría para toda una serie, pero sí que me gustaría hacer una reflexión sobre nuestro papel en todo esto o, mejor dicho, el papel de nuestra sociedad ante estos acontecimientos.

Si tomamos como ejemplo la defensa de Israel, siempre me ha llamado la atención la postura de la izquierda y de parte de la chavalería más aborregada española, de profundo odio antisemita, que no dista mucho de los postulados del siglo pasado, que llevaron a la barbarie y el genocidio en pleno corazón de Europa.

Me cuesta encontrar calificativos para esos bobos occidentales que a nivel geoestratégico parecen seguir creyendo en hadas, duendes y unicornios, consumen la bazofia edulcorada que les llega desde ciertos medios de comunicación e intentan aplicar un buenismo santurrón a largos conflictos.

Israel lo único que hace es defenderse ante continuos ataques terroristas de la forma más quirúrgica posible para evitar bajas civiles. Todo ello a pesar de lo complicado que se lo ponen los asesinos de Hamas cuando, haciendo gala de su falta de dignidad, utilizan lugares próximos a escuelas y hospitales para lanzar sus misiles, para ver si «con un poco de suerte» las defensas israelíes provocan bajas de inocentes.

También me cuesta encontrar calificativos para toda esa chavalería que recorre las calles de nuestras ciudades portando banderas palestinas y quemando banderas de Israel, hablando de derechos humanos sin pararse a pensar en que, si estuviesen en Palestina, a esas chicas no les estaría permitido ir vestidas con ese tipo de ropa, con el pelo suelto, ni alzar la voz ante un hombre. Que Palestina sigue siendo un sitio donde aún se persigue la homosexualidad, donde la ayuda humanitaria se destina a la fabricación de explosivos y donde les importa más matar al vecino que proteger a sus hijos.

El caso del asalto marroquí a la frontera española es otro ejemplo en el que el bobo occidental aparece. Critican a guardias civiles y militares que son los que intentan hacer cumplir la Ley, mientras salvan la vida de quien la intenta asaltar (la Ley y la frontera) mientras que ese bobo occidental mira para otro lado para no ver el trato inhumano de las autoridades marroquíes que utilizan compatriotas con fines políticos sin importarles su vida.

Dijo Golda Meir que «la paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros» y yo añadiría «y el bobo occidental sepa distinguir entre amigos y enemigos de la libertad».
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