02/07/2020
 Actualizado a 02/07/2020
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El ‘rescate’ de la banca española fue de sesenta y seis mil millones de euros, según confirma el Banco de España. Hasta ahora, se han podido recuperar cinco mil cien millones y se esperan poder ingresar en el erario público otros nueve mil millones. Según los datos del banco emisor, la cantidad a fondo perdido serán esos sesenta y seis mil millones, con lo que el montante total de la operación se cifraría en setenta y ocho mil millones. Estas cifras, (por lo menos a mi), dan escalofríos y deberían quitar el sueño a quienes las concedieron y a los que, ahora, son incapaces de recuperarlas. La gran Banca manda en este país. Quién más, quién menos, todos debemos dinero a los bancos. Pero nosotros, pobres mortales, no nos podemos declarar en quiebra y, si no pagamos lo que les debemos, somos perseguidos como criminales y reducidos a la miseria; siempre, eso sí, por orden judicial, lo que demuestra que los poderes reales del Estado colaboran entre sí para que ningún pobre hombre se ría de ellos. Esto es lo mismo que cuando los albañiles se hicieron cargo de la extinta ‘Caja España’, el colmo de los colmos de la desvergüenza: se entrega la llave de la caja fuerte al mayor moroso... Pero no os quería hablar hoy de cosas que pasaron hace ya diez años. Quiero hablaros de lo que pasa en la actualidad. Hoy estuve en las oficinas de uno de los grandes bancos de este país. Había, y no exagero, una cola de cuarenta personas para llegar a la caja y poder sacar cuatro cuartos. Y eso permanentemente, desde las diez de la mañana que llegué, hasta las once y cuarto que me fui. Lo de guardar la «distancia de seguridad» es, sin duda, un chiste de los que uno cuanta en las reuniones de amigos: malo con cojones. Había dos señores trabajando en las cajas y como diez o doce sentados en las mesas mirando pal sol. Y uno, lleno de buenas intenciones, pululando por la cola a ver si podía ayudar a alguno de los sufridos clientes. Se le veía cara de amargado, mayormente porque nadie le hizo ni puto caso. Y cada poco se le caía la mascarilla, dejando al descubierto una nariz aguileña de regular tamaño. Como digo, esto sucedió esta mañana en la oficina principal de uno de los bancos de ‘referencia’ españoles. Hasta hace un año, más o menos, todas sus oficinas tenían cajeros que atendían al respetable. Un día cualquiera, alguien en Madrid decidió que eso era un despilfarro y cerró casi todas, de suerte que si algún pobre pensionista, de edad más que provecta, que viva en el barrio de San Claudio, pongo por caso, tiene la necesidad de sacar pasta, tendrá que caminar hasta la plaza dónde, en otra época, esperábamos a las novias o a las que estaban en proyecto. No contentos con esta jugada, desde que acabó el estado de alarma, ese mismo banco nos envió a sus usuarios un mensaje dónde ponía en nuestro conocimiento que el servicio de caja sería de ocho y media a once de la mañana. Vuelvo a pensar en ese pensionista. Tiene por costumbre levantarse a las nueve y media, porque, para lo que tiene que hacer, le sobra tiempo. Entre que se lava, desayuna, reza las oraciones y baja a la calle le dan las diez y media. Tiene media hora para llegar al centro, ponerse a la cola y sacar la guita. El banco, por supuesto, nos recordaba en el mensaje que «puede utilizar el cajero en cualquier momento del día y de la noche». El jubileta, (nuestro Usain Bolt particular), de mi cuento es un señor probo y decente. Anda, eso sí, mal de la vista y odia esos artilugios porque no los entiende y le da cosa pensar que se puede equivocar al hacer la operación o que alguien más listo que los zorros le vigila mientras la hace y, en un momento, le suelte una hostia y le deje sin perras. Por eso, en vez de seguir con su vida monótona y recta como una linea recta, tiene, el día que quiere ir al banco, que cambiar su rutina y madrugar, cosa que sólo está acostumbrado a hacer cuando va al médico.

Ese banco quiere ganar dinero a toda costa y no piensa, ni por un momento, en sus clientes. Piensa, sólo y exclusivamente, en sus accionistas. No me parece mal, la verdad. Son muy libres de hacerlo. Lo malo del asunto es que ese banco y muchos otros más recibieron, a fondo perdido, un pastizal de millones para cuadrar sus cuentas y no debería estar en condiciones de hacer lo que les salga de los cojones. Debería atenerse a un escrupuloso plan superior, dictado por alguien que de verdad mandara algo en este país. ¡Que si quieres arroz, Catalina! Además, la banca, o así nos lo vendieron en la anterior crisis, esa en la que les dieron el parné, es un servicio público esencial. No, no lo es. Nos engañaron como a chinos y se nos quedó cara de ídem. No quiero pensar en lo que nos deparará el futuro, toda vez que la que se nos avecina es mucho más gorda que aquella del 2012. Si logramos volver a levantar cabeza, nos daremos cuenta de que estos hijos de puta se han quedado con todo el país. Salud y anarquía.
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