El arte de recordar y Pablo Andrés Escapa

Por José Javier Carrasco

13/01/2021
 Actualizado a 13/01/2021
El escritor Pablo Andrés Escapa. | ISABEL WAGEMANN
El escritor Pablo Andrés Escapa. | ISABEL WAGEMANN
Si tuviese que definir el tono que predomina en el libro de relatos de Pablo Andrés Escapa, ‘Voces de humo’, me inclinaría por el de la melancolía. Exceptuando uno, ‘Estación’, dedicado a las reflexiones y recuerdos de un puntilloso jefe de estación, que ha venido a parar a un hospital con una pierna rota por un infortunado percance con una mula terca, escrito con cierto sarcasmo, el resto provoca ese sentimiento de tristeza que asociamos a la melancolía. Quizá porque ese es el sentimiento que acompaña a la evocación de los mundos desaparecidos. La construcción del tren minero entre Ponferrada y Villablino fue un proyecto de la empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada, que vio en el final de la Primera Guerra Mundial una ocasión idónea para satisfacer la demanda creciente de carbón, tanto en España como fuera de nuestras fronteras. A los trenes encargados de trasportar el mineral se añadieron los destinados a trasladar viajeros por exigencias impuestas desde el Gobierno a la empresa concesionaria. El primer tren de viajeros que recorrió los sesenta y dos kilómetros que separan las dos estaciones, lo hizo en el otoño de 1919, y el último, en 1980. Ese es el tiempo comprendido en las historias que Pablo Andrés Escapa reúne en su libro, que se cierra con un último relato donde la voz evocadora del propio autor dialoga con otras voces que salen al paso de su memoria, mientras interpreta el sonido de sus pisadas sobre las piedras de las vías muertas o el canto de las cigarras, omnipresentes desde el primer relato. Esas mismas cigarras que deben acompañar con su cantar obsesivo a la estampa deteriorada de las viejas locomotoras, que recorrieron pegadas al curso del río Sil los paisajes poéticamente descritos por Escapa, máquinas que como animales heridos por el óxido y el abandono ahora descansan a la intemperie en distintas estaciones del trayecto Ponferrada-Villablino, algunas bautizadas con nombres de personajes ilustres del tiempo de la construcción del ferrocarril, como Francisco Cambó, conde de Gaitanes, marqués de Aldama o Ortiz Muriel, vinculados de uno u otro modo con la MSP y con el sueño del oro negro. El contraste entre el avatar de ambiciones modestas de la mayoría de los entrañables personajes de los relatos y las motivaciones de los artífices del proyecto, ese fantasmal consejo de administración reunido para escuchar el informe sobre los costes del proyecto y la rentabilidad esperada, lo recoge el relato ‘Imprevistos’, donde a la melancolía de autor se añade la nota de soterrada crítica social: «Las acacias de la calle se abandonan al viento y van sus hojas a girar sobre los charcos que deja la tarde. Muy lejos de allí, el sueño bendice la obra de cuatro mil ochocientos hombres, y vela por nueve mil seiscientos brazos dispuestos a pelear con hierro contra el tiempo cuando salga el sol, sin prever derrota alguna».
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