07/05/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Cuando cerró Layla, la nostalgia duró lo que tardaron en acabarse las botellas. La turba de románticos que, como yo, sentían que se iban a quedar un poco huérfanos cuando bajase definitivamente la trapa aquel emblemático club (Tolo, Pájaro y Eduardo eran para nosotros lo más parecido que se puede ser a un padre desde detrás de una barra) llegaron aquella noche dispuestos a honrar una despedida romántica al sitio de su recreo pero también a agotar todas las existencias de alcohol. Al final tuvimos que quedarnos con los recuerdos de otras noches en aquella oscuridad, de otras veces que habían sonado Eric Clapton o el ‘She’s a Rainbow’ de los Rolling, para olvidarnos de los codazos por conseguir el último trago de Marie Brizard. Por allí andaban Gerardo y Lula, la perra actriz, que en pocos meses tuvieron que despedirse no sólo de Layla sino también del cine Kubrick, el lugar en el que Gerardo pasó buena parte de su vida entre fotografías de estrellas del cine y calentando latas de fabada y callos sobre el calor de los proyectores. Cuando cerró el cine Kubrick pasó un poco lo mismo. La última sesión fue gratuita y hubo colas para entrar, una imagen de la que podría haber sacado conclusiones el propietario (más preocupado, como buen empresario, de sacar beneficios en lugar de conclusiones). Daba igual la película o que aquella noche el Kubrick se convirtiera en ‘Cinema paradiso’, el caso es que era gratis y por eso una multitud quería entrar al cine que habían ignorado durante meses. En la cola, recuerdo a un hombre que se quería justificar, no le fuesen a llamar oportunista: «Yo siempre he sido muy cinéfalo». Recuerdo aquella brutal declaración, con la que me arrepentí de no haber titulado mi crónica, porque lo resumía todo, al ver ahora a los líderes del PSOE leonés con su «Yo siempre he sido muy susanista». Los más susanistas, sin duda, como sin duda antes fueron los más pedristas y antes los más zapateristas, los más contradictorios cuando tienen que dar explicaciones diciendo una cosa en público y otra en privado, al contrario que Marhuenda (¿por qué le imputan por sus conversaciones privadas habiendo sobrados motivos para hacerlo por sus declaraciones públicas?). Podían aprovechar para comunicar al aparato (¡qué incomoda expresión!) que los candidatos socialistas no deberían visitar esta provincia solo cuando luchan por el poder de su partido, momento en el que, al parecer, los leoneses pintamos algo, porque ya han venido los tres, pero no debemos de pintar tanto en otras elecciones: hemos tenido dos generales seguidas y en ninguna de ellas el candidato socialista tuvo tiempo de acordarse de León. Supongo que, a su manera, serán también cinéfalos, por eso hacen cola para salir en las fotos de la última sesión cuando ya no les queda más remedio que retratarse.
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