El ajedrez europeo nació en una cueva del Bierzo

Lo que durante siglos se conoció como ‘los bolos de San Genadio’ resultaron ser cuatro piezas de ajedrez de mediados del siglo IX que forman parte del ajedrez más antiguo de Europa que, como el valle donde están, guarda silencio

Fulgencio Fernández
14/07/2020
 Actualizado a 14/07/2020
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León vuelve a ser estos días capital del ajedrez con la celebración de una nueva edición de su Magistral. Y bien puede presumir, además del brillante presente que supone este torneo, de tradición histórica pues esta tierra alberga las piezas de ajedrez más antiguas de Europa, que se custodian en algún lugar del Valle del Silencio, al que pertenecen.  De ellas hablaba este lunes en este periódico la divulgadora científica Rocío Rodríguez Herreras.

Yes precisamente un histórico jugador de ajedrez de esta tierra, Miguel Ángel Nepomuceno, el ‘causante’ de que estas cuatro piezas  fueran conocidas y se supiera de ellas más allá del Valle del Silencio, donde eran conocidas como «los bolos del Santo» pues, por su forma, pensaron que pudieran formar parte de un juego de bolos.

Quienes conocen a Nepomuceno saben de su capacidad para buscar un dato o una pista con tozudez, en este caso fueron 34 los años que pasaron entre el momento en el que tuvo conocimiento de la existencia de estas piezas de ajedrez y cuando, al fin, pudo verlas, estudiarlas, describirlas y esclarecer los errores que de ellas se habían escrito en las pocas referencias literarias existentes de «los bolos del Santo (San Genadio)» o «el ajedrez de San Genadio».

¿Qué es exactamente este ajedrez? El gran experto en este juego, el periodista de El País y diversos medios especializados Leontxo García, escribía en el citado periódico en 2018 un artículo titulado: «Un tesoro histórico ignorado del siglo IX o por qué el ajedrez debería ser Marca España», y que subtitulaba: «Las piezas de San Genadio demuestran que los árabes trajeron el ajedrez a la Península en el VIII». Parece evidente la importancia del ‘tesoro’ y de él escribía: «Las cuatro piezas de San Genadio, escondidas en la comarca de El Bierzo, son probablemente las más antiguas de Europa. Todo indica que anacoretas mozárabes las llevaron de Al Ándalus a León a principios del siglo IX. Ello demuestra que los musulmanes trajeron el ajedrez desde el principio de su invasión de la península Ibérica, en el siglo VIII. Y refuerza la evidencia de que España es fundamental para la historia de ese juego milenario. Pero casi todos sus ciudadanos lo ignoran». Y donde García dice España se podría escribir León.

Y añadía que el rey Alfonso X, El Sabio, dejó muy claro en su Libro de los juegos de acedrex, dados e tablas  que el ajedrez era una magnífica herramienta para la buena convivencia de musulmanes, judíos y cristianos».

En el curioso trabajo titulado ‘Santos mozárabes ajedrecistas’, sobre un trabajo de F.J. Soimonet, además del leonés San Genadio de Peñalba se habla de San Rosendo de Celanova, escribe: «San Genadio es el primer santo cristiano relacionado con el ajedrez. Murió en el 936 y está enterrado en el contra-ábside de su querida iglesia de Peñalba. (...) La tradición popular desde hace muchos siglos —según Augusto Quintana— es que se conocía que el empleo de las piezas era para jugar al ajedrez, juego que el santo recomendaba a sus monjes como ayuda a la concentración y vehículo de aproximación a Dios, y cita al respecto a Benjamín Martínez».

El famoso catálogo de Gómez Moreno describe estas piezas y también lo hace José María Luengo en un artículo publicado en Promesa; pero había errores que Nepomuceno pudo corregir gracias a su doble condición de periodista y ajedrecista.

El propio periodista cuenta en el artículo titulado ‘Las piezas de ajedrez de San Genadio’ (Zenda) su larga peripecia para llegar a tener ante sí las cuatro piezas de este ajedrez de San Genadio. «Fue en 1958 cuando una persona muy vinculada con el pueblecito berciano de Peñalba de Santiago me habló de unas posibles piezas de ajedrez, conocidas en aquellos lugares como ‘los bolos de San Genadio’, que alguien guardaba celosamente en su poder». No tuvo éxito entonces pero tampoco desistió y 34 años más tarde llegaría a tener ante  sí las piezas, aquellas que le habían dicho que estaban en una caja de zapatos pero ya no era así, conducido a ellas por el cura del valle, don Carlos, quien le informó de que «nadie, excepto tú, se ha preocupado por estas piezas». Y así llega a la ‘meta’ y describe el hallazgo: «un cofrecito de nogal policromado en el que se alineaban perfectamente colocadas las cuatro piezas del santo. Las tomo con veneración y las voy colocando despacio sobre el altar mayor de la iglesia. Compruebo que el material del que están hechas es de hueso, por su textura y peso. Son dos torres, una de ellas partida por la mitad, como cortada, un alfil al que han amputado parte de la base y un caballo».

Acaba así con viejos errores, sobre el material pues se habló hasta de marfil o madera barnizada, confusas descripciones y hasta dudas y errores en qué piezas eran. Uno habla de un peón, un alfil y dos torres; otro al alfil le llama peón... «De todas ellas, la más alta es la torre, que está prácticamente completa, tiene una altura de 50×40 mm de largo y 23 mm de ancho...» y así describe todas ellas.

A la vista de la larga y poco conocida historia de las piezas del ajedrez de San Genadio  no está de más recordar cómo cerraba su artículo el citado Leontxo García en El País: «Dado que España es, desde 1988, el país del mundo que organiza más torneos internacionales de ajedrez, y desde hace unos diez años la vanguardia mundial en ajedrez educativo, social y terapéutico, realzar y difundir las piezas de San Genadio podría ser un modesto primer paso hacia la autoestima en el ámbito histórico y cultural».
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