El agua del pantano de Bárcena no se toca

Por Valentín Carrera

21/01/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Imagen de archivo del embalse de Barcena en época de sequía.
Imagen de archivo del embalse de Barcena en época de sequía.
Aunque oficialmente es el Embalse de Bárcena, para los de Ponferrada ha sido siempre «el pantano»: nuestra playa. Un mito de la infancia, a la altura de la Torre Eiffel, inaugurado por Franco en 1961: el primer destino dominguero del Bierzo, donde las familias numerosas acudíamos a merendar tortilla con pimientos.

La construcción del embalse de Bárcena es una página importante de la historia berciana, contada por Elidio Rodríguez y Cruz Vega en el libro Bajo las aguas del Sil. Una historia que comienza en 1900 con el plan de regadíos y sufre lustros de retraso, pese al empeño de entusiastas como Severo Gómez Núñez, hasta su aprobación definitiva en 1936, tres meses antes del Alzamiento. Acabada la guerra, el proyecto fue retomado en 1947 y la construcción del embalse se terminó en 1956, tras un amargo proceso de expropiaciones forzosas, antes de anegar Posada y Bárcena del Río: 134 familias, quinientas personas, fueron trasladadas como «colonos» a los nuevos emplazamientos.

Sesenta años después, podríamos evaluar si lo que en 1950 parecía una buena idea pudo hacerse de otro modo, aquí y en Pekín, donde la presa de las Tres Gargantas –la más grande del mundo, cien veces mayor que Bárcena– desplazó a dos millones de personas. Sobre las consecuencias ecológicas de los embalses hay mucho que hablar, pero está fuera de discusión científica su impacto en el cambio climático y el calentamiento global. Son, en palabras de Julio Llamazares, «distintas formas de mirar el agua».

Elidio y Cruz Vega cuentan en su libro la revolución económica que supuso para la comarca «el hormiguero» de construcción de la presa. Desviación del río y del ferrocarril a Villablino, excavaciones, canteras de trituración y machacado de rocas, accesos, abastecimiento, almacenes, saneamiento y poblados para los trabajadores, casas de calidad sorprendente, donde hoy realiza su magnífica labor Asprona Bierzo.

La razón para construir el embalse eran las necesidades de la central térmica de Compostilla, también inaugurada por Franco en 1949, visita en la que el dictador sufrió un atentado de los maquis: «Guerrilleros del Bierzo tirotean a Franco», publicó España Libre en Estados Unidos. Pero esa es otra historia.

Ecológico o no, lo cierto es que el pantano de Bárcena se convirtió en el corazón del ecosistema berciano y permitió abastecer una red de canales y regadíos sin los que no sería posible la actual riqueza hortofrutícola de la hoya. Un vasto sistema de regadío con dos canales –Canal Alto (27,5 km) y Canal Bajo del Bierzo (14,5 km)– y cuatrocientos kilómetros de acequias que riegan 4800ha. Es difícil no considerar el agua de Bárcena como la primera palanca energética del Bierzo, el pilar de nuestro desarrollo y de toda la economía comarcal.

Aunque Compostilla II fue el motor de la nueva construcción, el Régimen era consciente del carácter estratégico multiuso del pantano: «Las aguas, tras refrigerar la gigantesca térmica, vuelven calurosas al pantano para recobrar su frescor. Después pueden elegir entre ser derivadas por el Canal Alto para regar la parte alta del valle o pasar por la central para producir energía eléctrica. Una nueva disyuntiva se presenta a la salida: desviarse por el Canal Bajo y distribuirse por la tierra para hacerla fecunda o seguir Sil abajo hasta el mar. Agua que da de beber a los nuevos poblados y constituye, con ese depósito gigantesco, la gran reserva de agua potable para las futuras necesidades de Ponferrada y toda su región» (Diario Proa, 12-9-1961).

Pues sí, cincuenta años después, el embalse de Bárcena nos da de beber a más de cien mil paisanos y paisanas. La planta potabilizadora de Santo Tomás de las Ollas trata diez mil metros cúbicos de agua al día con los que beben, cocinan, se asean y riegan los geranios los vecinos de Ponferrada, y sus perros y gatos.Díganme si no es un tesoro que debe ser vigilado, cuidado y mimado porque nos va en ello la vida y la salud.

Un bien estratégico para El Bierzo que ahora mismo está siendo amenazado por un empresario advenedizo, ávido de dinero, que ni sabe dónde está Bárcena ni le importa. La solicitud que Forestalia ha hecho ante la Confederación Hidrográfica Miño-Sil es una enmienda a la totalidad de la salud de los bercianos y de nuestro desarrollo agrícola y frutícola. Un modelo especulativo que, por unos pocos puestos de trabajo pone en peligro el futuro sostenible de la comarca.

La pretensión de Forestalia –coger agua del pantano para refrigerar su sospechosa planta de biomasa (residuos y lodos de depuradoras, para entendernos) y devolverla al embalse a temperatura superior– supone un alto riesgo para el ecosistema de Bárcena, sobre cuyo uso la ministra socialista para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, tendrá que retratarse en breve en el Congreso de losDiputados. De paso, la conducción industrial que pretende construir Forestalia en suelo rústico no urbanizable supondrá una grave ilegalidad urbanística de la que el Ayuntamiento de Cubillos tendrá que responder ante los Tribunales.

Mientras el Consejero de Fomento del PP da alas a Forestalia por tierra, mar y aire, no hemos visto a los partidos –salvo los procuradores de Podemos por León–, ni a los alcaldes y concejales del Bierzo, empezando por los de Ponferrada, salir a defender el tesoro de Bárcena. Pero el agua de Bárcena no se toca. La ciudadanía no les perdonará su silencio. ¡Arriba las ramas!
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