Deberían los encargados de los asuntos de ornato y boato de los lugares y las personas ponerse a trabajar para la declaración de la sorna cazurra como bien de interés, patrimonio inmaterial, cuna de algo o capital de lo otro. Pero deberían nombrarla algo, que bien lo merece.
Bien lo merece esta sorna que nos permite decir lo que no podríamos decir así a la pata la llana, pues no estaría bien visto, seguro. Incluso nos permite decir diciendo exactamente lo contrario, que muchas veces se le ha reconocido ya que es el leonés el único idioma que, apoyado en la sorna, puede decir sí cuando quiere decir no. Me explico, si queremos negar no necesitamos un tajante no, sería corto y cortante, mejor decir sí pero completando pronto la expresión: «Sí por los cojones», con perdón, pero los idiomas son así.
Tiene la eficaz sorna cazurra otros logros que servirán para argumentar la necesidad del nombramiento que corresponda. Mira la fotografía, en ella las nuevas tendencias arquitectónicas, tan laureadas, pedían esa estructura, un saliente en la pared, bello sin duda, pero bello sin alma, al menos para ciegos y despistados, que se podían estampar la cabeza contra una esquina que solo con verla ya te puedes imaginar lo que duele.
No debieron ser eficaces las quejas, las hechas en la radio o con un pliego formal con sello de entrada en el organismo correspondiente, cuando al socarrón se le ocurrió la frase que puedes ver en la parte superior: «Ciegos, ojo» ¿Se puede pedir más a una expresión para la que otros necesitan un poema?: «Todos todos me miran mal... salvo los ciegos, es natural».
¿Y qué ocurrió? Pues que curiosamente una barrera en el suelo impide a ciegos y despistados jurar contra los cielos y las instituciones. La eficaz sorna.
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