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Educación y sensibilidad ante los muertos

21/07/2020
 Actualizado a 21/07/2020
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Hace ya bastantes años que escribió Bécquer aquello de «¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!». Sin duda él pensaba en los muertos normales, que estarían acompañados por su familia en la hora de la muerte y que después tendrían un funeral y entierro más o menos concurrido, con las correspondiente y reposada liturgia de exequias. Seguro que él no imaginaba las decenas de miles de difuntos que tanto para morir como para recibir sepultura iban a estar prácticamente en total soledad en la España del siglo XXI.

Durante los tres meses del confinamiento he tenido el privilegio de acompañar a bastantes difuntos, junto con tres o cuatro familiares, en el cementerio e incluso junto a la portezuela del horno crematorio, ya sea fallecidos por el coronavirus o por otra causa. Lo cierto es que sus desoladas familias no deseaban que se fueran de este mundo sin al menos una oración. Y es que, aunque de por sí ya es muy triste morir, es mucho más triste morir o despedir a los seres queridos sin esperanza. La mayoría han agradecido que después, aunque no pudieran estar presentes, se celebrara en privado la Eucaristía por ellos. Así mismo, una vez acabado el confinamiento están celebrando y deseando celebrar el correspondiente funeral religioso. En este sentido podemos decir que la inmensa mayoría de los españoles, independientemente de que sean más o menos practicantes, desean morir y ser enterrados como creyentes con la esperanza de encontrar más allá de la muerte una nueva vida.

Por eso los familiares de los difuntos como norma general desean que se dé publicidad a través de las esquelas o de la radio para que haya participación en los funerales y agradecen mucho la presencia de los asistentes. Contrasta esto con el sectarismo de nuestros gobernantes que no han tenido educación ni sensibilidad para asistir a la ceremonia religiosa celebrada recientemente en la catedral de Madrid y por querer organizar ellos una celebración sin sustancia, al margen de toda esperanza, cristiana o de otra confesión religiosa, como si la vida humana fuera solamente materia y no tuviera sentido más allá de la muerte. ¡Qué pena, que no saben sintonizar con el pueblo! Menos mal que nuestros reyes tienen otro talante y sí saben estar con su pueblo!

El próximo día 26 de julio, el día de los abuelos, en todas las iglesias de España se va a tener presente a estas buenas gentes no solamente para recordarlos como algo pasado, sino para celebrar su nueva vida con Dios.
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