07/10/2021
 Actualizado a 07/10/2021
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A principios de este siglo, la Universidad de Chicago hizo una encuesta para saber cuánto dinero estaba la gente dispuesta a donar para luchar contra el cambio climático. Las cantidades que proponían fueron 1 dólar, 20 dólares, 100 dólares o nada. Un 28 % estaba dispuesto a dar 1 dólar; otro 12 %, 20; un 8 %, 100 y el resto dijo que Zamora es buena tierra…, y que a pedir, a Cáritas. No, no me sirve que penséis que los americanos son unos negacionistas, porque el movimiento ecologista nació allí y muchísima gente está concienciada sobre el tema. Es cierto que Trump, el anterior presidente, lo era, pero el actual, el abuelete Biden, no, siendo como fue vicepresidente con Obama que intentó, y no logró, convencer a todo el país sobre el desastre que significaría la subida de la temperatura en la tierra. Obama habilitó una serie de ayudas muy cuantiosas para elaborar ‘combustible verde’ a base de maíz y también estableció fuertes subvenciones para las energías eólica y solar, poniendo como ejemplo de empresa innovadora en este tipo de energías a la española Abengoa, que ya sabéis todos como terminó: quebrando.

El tema es muy sencillo. Europa y Estados Unidos se han comprometido a abandonar las tradicionales fuentes energéticas, carbón, petróleo y gas natural, además de la nuclear por otros motivos que sabemos de memoria, para lograr una transición ecológica a las verdes antes citadas. Europa, sin embargo, es donde menos porquería se expulsa a la atmósfera; las naciones más contaminantes están es Asia y entran de lleno en lo que antes llamábamos «países en desarrollo». La India, toda Indochina y, por supuesto, China, necesitan utilizar carbón y petróleo para producir energía, porque son mucho más baratos que las ‘verdes’. Cuando Alemania, que fue pionera en la transición ecológica e impuso las medidas más drásticas para lograrlo, dejó de usar sus centrales térmicas, el recibo de luz alemán subió un treinta por ciento. ¿Por qué? Pues porque los huertos solares y los molinos eólicos, por si solos, son incapaces de satisfacer las necesidades del país. Necesitan la ayuda de los otros, en el caso alemán del gas natural que viene de Rusia. Es como si tú tienes montado en el tejado de casa un ‘estaribel’ de placas solares; no puedes desengancharte de la red general de Iberdrola, pongo por caso, porque corres el riesgo cierto de quedarte a oscuras si lo haces.

Todo esto viene a cuento de la subida estratosférica del recibo de la luz en nuestro país y la inacción de los poderes públicos para que deje de hacerlo. Por desgracia, no pueden hacer gran cosa. El recibo subirá más y más, porque hemos renunciado a utilizar las energías contaminantes (mucho más baratas), para hacer uso de las verdes (mucho más caras). Y, por fin, nos encontramos ante la gran disyuntiva: ¿estamos dispuestos a perder calidad de vida, a renunciar a nuestras comodidades?; ¿estamos dispuestos a poner guita de nuestro bolsillo (además de nuestros impuestos), para combatir el cambio climático y salvar al planeta o no haremos nada dejando todo el bacalao a nuestros hijos y a nuestros nietos? Ellos no lo saben aún, pero está clarísimo que vivirán peor que nosotros… También, es cierto, se puede ser menos papista que el Papa e implementar esas medidas, sin duda necesarias, de una manera más gradual, no de sopetón. Es significativo, y muy demostrativo de que la ideología va por delante de todo en el actual Gobierno de la nación, la presentación, hace poco tiempo, de la ‘Agenda 50’. Se realizó con todo el boato, la pompa y la circunstancia que os podáis imaginar. Esa ‘Agenda’ relata el camino que seguirá España para alcanzar ese cénit de limpieza ecológica que están dispuestos a lograr a cualquier precio. Utilizar el dogma para todo, es peligroso y mucho más cuándo te tocan la cartera. Ya lo decía uno de mi pueblo, famoso por su tacañería: «A mi, llámame hijo de la gran puta si quieres, pero no me eches mano a la bolsa».

A los pobres contribuyentes, a todos lo que pagamos religiosamente unos impuestos que (por lo menos en mi caso), no nos gustan nada, solamente nos queda rezar para que este invierno no venga atravesado, que sólo nos faltaba que llegase rabioso como un lobo que te ataca a traición. Además de la luz, también están por las nubes el gasoil, los pellets, el gas natural y la madera…; de seguir a este ritmo las subidas de precios, no nos quedará más remedio que andar con el abrigo por casa y llevar a la cama una botella de agua caliente para que nos alivie el tembleque. Otro día, porque hoy no tengo espacio, os contaré el chiste del tipo que resultó arañado por un gato, aunque no sea políticamente correcto. Salud, anarquía y mucha paciencia, que es lo que nos queda.
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