Dos hombres que caminan

Bruno Marcos escribe sobre la reciente publicación del sello leonés Ediciones Menguantes que se presenta este viernes en la librería Galatea y cuyos autores representarán una obra de teatro a pie el día siguiente organizada por FEE

Bruno Marcos
08/06/2022
 Actualizado a 08/06/2022
Esteban Feune de Colombi y Marc Caellas.
Esteban Feune de Colombi y Marc Caellas.
El más radical caminante del que uno ha tenido noticia fue el poeta Mario Santiago Papasquiario, del que diría Roberto Bolaño que fue su «mejor amigo de lejos», un ser que parecía «haber bajado de un platillo volante». Papasquiaro salía por México DF noche tras noche a dar largos paseos sin rumbo fijo en los cuales cruzaba el caótico tráfico de amplísimas avenidas con los ojos cerrados. En una de aquellas caminatas que eran un auténtico monumento al azar se lo llevó por delante un coche. De ahí que en las fotografías posteriores al atropello apareciera con un bastón, poco antes de que ya no hubiera más fotografías de él porque otro automóvil se lo llevó definitivamente hasta la morgue.

El próximo once de junio los autores del libro ‘Dos hombres que caminan’ —que acaba de aparecer en el sello leonés Ediciones Menguantes—, después de presentarlo el día antes en la librería Galatea, van a convocar una caminata organizada por la Feria de Editores Emergentes FEE; concretamente van a representar ‘El paseo de Robert Walser’, una obra de teatro a pie. Será una caminata como las que se cuentan en el libro, un libro que de entrada señala lo que no es: no se trata de «una reflexión teórica sobre el caminar». Lo que encontramos en sus páginas son más bien unas notas, apuntes de un pensamiento que avanza a la velocidad de los pies, que son a la literatura lo que esos paseos sin rumbo fijo al desplazamiento o al viaje, escritos que en muchos momentos recuerdan más a un diario que a otra cosa.

En uno de los primeros capítulos los escritores cuentan como desdeñan la visita a los museos de arte contemporáneo para irse al jardín botánico porque al menos en este las plantas están vivas. Se ven desencantados de un arte de vanguardia que había prometido saltar a la vida y no es más que un mausoleo, un lugar aburrido y repetitivo echado a perder por la «profilaxis de la curaduría».

Aunque se nos dice que el libro está escrito a cuatro manos, el narrador es casi todo el tiempo uno solo que nos habla en primera persona describiendo paseos por Barcelona, Berlín, Mérida del Yucatán, Ciudad de México o el leonés Valle del Silencio; a veces descriptivamente, sin grandes reflexiones, admitiendo el aburrimiento como parte del andar, pero también conmoviendo en ocasiones, como cuando el narrador explica que para sus más de 150 caminatas representando la obra sobre Walser se ha calzado los mismos zapatos destrozados que fueron de su padre; o cuando se cuela en una casa un pajarito que cabría en la palma de una mano que es su madre…

Esteban Feune de Colombi y Marc Caellas caminan un palacio abandonado, una niebla, un teatro, un parque, un amanecer, un cementerio, un tren, un río, una ruta suicida, un fin del mundo… Y aunque no es un ensayo el libro está lleno de referencias culturales, literarias, artísticas, poéticas…: Walser, Ballard, Artaud, Bonilla, Rimbaud, Beuys, Pla, Quignard, Gamoneda, Parra, Ferrater, Girondo, Carson, Elytis, Magris, Bolaño, Pessoa, Borges, Heráclito, Vila-Matas, Auden, O’Hara, Goethe, Spinoza, Papasquiaro… Citas que van tejiendo en paralelo un andamiaje intelectual a cada paso, a una velocidad de cuatro kilómetros por hora. Finalmente, aparece Papasquiaro cuando encuentran un coche que podría haber sido el legendario Impala de tapicería roja en el que se desplazaban los infrarrealistas, Ulises Lima, el personaje que con él hizo Bolaño en su novela, ‘Los detectives salvajes’.
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