Donde el Ebro se hace mayor

El románico, la espeleología en lagunas cristalinas y un paisaje de hoces motivan un estilo de vida diferente en el Alto Ebro y Rudrón, gran desconocido de Castilla y León

Juan López (Ical)
26/11/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Mirador de Pesquera de Ebro. | EDUARDO MARGARETO (ICAL)
Mirador de Pesquera de Ebro. | EDUARDO MARGARETO (ICAL)
Con sólo una llamada, José Luis Ruiz se vuelca en dar a conocer su pueblo. A la hora prevista, abre la reja y el portalón de la iglesia de Moradillo de Sedano, de estilo románico tardío, del siglo XII. Aunque admite que no cuenta con la formación que le gustaría, enseña cada palmo del templo como el mejor guía que es. Sólo su madre Carmen conocía mejor este lugar, pero falleció hace ocho años. No en vano, la mostró al público todos los días durante tres décadas. Su hermano recogió el testigo y ahora le toca a él. “Lo que más me gusta es la portada principal. Recuerda a la Catedral de Santiago”. No se equivoca, pues es una copia en miniatura del pórtico de la Gloria, tanto de la imagen de Cristo en el tímpano, como el parteluz y las jambas.

La pequeña maravilla románica cuenta con características técnicas peculiares y únicas, estudiadas por expertos, como la forma de tratar los acantos, desusada en Occidente. También una columna a medio camino entre la leyenda y la realidad, que provoca muchas dudas, serpeante, que parece que no debiera estar allí y que, señala José Luis, “algunos dicen que es de Dalí en un tiempo posterior”. “Sinceramente, yo no lo creo”, explica con un cuaderno bajo el brazo y apuntando con uno de sus dedos hacia las arpías, flores de loto y el jardín y el dragón de los capiteles. Dos reconocidas personas pusieron esta parroquia en el mapa: Félix Rodríguez de la Fuente, que contrajo allí matrimonio, y Miguel Delibes, un enamorado de la comarca de su esposa y que fue testigo de las bodas de varios de sus hijos en este bello templo.

Moradillo es uno de los primeros pueblos a descubrir en el Parque Natural de Hoces del Alto Ebro y Rudrón, en Burgos, declarado en 2008. Una vez que se adentra por el sur, este escenario natural de 46.000 hectáreas no deja de sorprender. Desde su conjunto megalítico de dólmenes a la diversidad de sus habitantes. Pero, las hoces, ¿qué tendrán las hoces? Históricamente han llamado, de forma sublime, la atención del ser humano. Aquí rezuman paz. Suponen un idilio entre el visitante y la naturaleza, su flora y su fauna.

En una comarca relativamente desconocida, donde las aves rapaces encontraron hace siglos un hábitat ideal, el hombre no puede hacer otra cosa que sentarse frente a un meandro, a cientos de metros de altura, y sorprenderse con la puesta de sol en uno de los puntos más preciosistas de España en pueblos como Valdelateja o Pesquera. Allí donde el Ebro recorre estrechos fondos de valle encajados entre escarpados desfiladeros y cortados. En un lugar en el que, tras su nacimiento en Cantabria y camino de los viñedos riojanos, decidió hacerse mayor rompiendo hace miles de años los poderosos páramos burgaleses.

José Luis Ruiz es uno de los protagonistas que habita el Alto Ebro y Rudrón. Todos los que allí viven lo son. Pueblos pequeños, casi deshabitados, excepto unos elegidos, como Sedano o el singular Orbaneja del Castillo, con sus cascadas urbanas. En este espacio natural se han propuesto aprovecharse de su entorno para luchar frente a la despoblación.

Una homilía en familia


Lo sabe bien Carlos Saldaña, un sacerdote atípico. Su juventud de 38 años -nueve desde su ordenación-, su vivaracha presencia, su medio tupé y su moderno estilo de vestir le alejan de la imagen del cura tradicional. Quizá ello le ha ayudado a tener la fuerza suficiente como para oficiar misa en 40 parroquias de la comarca, a las que acude, al menos, una vez al mes. “En algunas, sólo vienen dos o tres feligreses. ¡Eso es lo mejor!”, exclama entre risas. Lo argumenta en que el número “no importa porque la relación es increíble, más gratificante y el servicio es más cercano”. “En las fiestas de uno de los pueblos se nos llenó la iglesia. ¿sabes cuántos había? ¡Cinco!”, se responde a sí mismo sin vaciar su sonrisa.

“Si decides no dar misa porque hay poca gente, es que no has entendido el mensaje. Que no prime lo mundano. Nuestro trabajo en los pueblos debe ser secular. Esto es lo que mola”, matiza envuelto en una jerga adolescente. El encuentro se produce a la entrada de la localidad de Crespos, en el Valle de Manzanedo, donde frente a un mapa de la comarca, Saldaña señala todos los pueblos a los que acude. Para ello, también cuenta con la colaboración de otro párroco de la Diócesis de Burgos.

El matrimonio formado por Hipólito y Belén suele mostrar el interior de la iglesia románica de este pueblo, considerada un tesoro del Alto Ebro. Hoy será el párroco quien dirija una visita envidiada por este retirado paraje que esconde, en el epicentro de la pequeña aldea, este templo dedicado a la Inmaculada Concepción y que data de 1143. “Es una iglesia a la que viene gente a contraer matrimonio o dar una misa por las cenizas de algún familiar”, comenta.

Carlos Saldaña se reafirma en su idea de que cada uno, desde sus posibilidades, debe apoyar a estos pueblos. Él lo hace no sólo con la misa, sino con su permanente disposición a ayudar a todos los habitantes. Con un carretillo con tierra y una pala llega a pie Javier Moyano y se une a la conversación. Regenta el Hotel Rural La Gándara y, gracias a su furgoneta, cuenta con la concesión de transporte escolar en la comarca. Carlos le nombra como ejemplo de emprendedor que ha apostado por este medio rural. Procede de La Seca, en Valladolid, de donde llegó con su mujer hace 20 años. “Si te gusta la naturaleza y quieres respirar aire puro, la tranquilidad la encontrarás aquí. He vivido en la ciudad y sé de lo que hablo. Esto es un paraíso”, recalca.

Anima a visitar Las Merindades, la comarca con mayor biodiversidad de España, según el naturalista Joaquín Araujo. “Pero eso pocos lo saben”, lamenta. “Muchos vienen y dicen que el Alto Ebro es muy bonito, pero reconocen que no saben donde venían y aseguran que es tan bonito que no parece real”, continúa. La mayor parte llega de País Vasco y Madrid, en busca de esta casa solana típica de la zona, rehabilitada con teja árabe vieja que otorga un tono rural y acogedor del que se puede disfrutar por 70 euros la noche con desayuno. Una localización, recuerda Moyano, en la que incluso se grabaron escenas de la película documental ‘Perseguidos’ (2004), en el que su director, Eterio Ortega Santillana, en colaboración con Elías Querejeta, reflejó la vida cotidiana de los amenazados por el terrorismo.

Las estampas del Ebro


Orbaneja del Castillo se encuentra a pocos kilómetros. Es una de las principales estampas del Alto Ebro. Sus cascadas atraviesan el núcleo urbano y han modelado el pueblo a su antojo. Tanto, que el resultado ha empujado al turismo intensivo para el que, incluso sus habitantes, admiten no estar tan preparados. Su alcalde es Javier Perujo. Con sólo 23 años encabeza una visita a la Cueva del Agua, donde se han descubierto los primeros 22 kilómetros, pero no el final. Sumergidos en una moderna instalación de led, en verano corre un fino reguero que desemboca metros abajo en el Ebro, acompañado de una agradable brisa. “En invierno es otra cosa”, afirma.

Algunos dentro del pueblo prefieren no hablar, otros califican este tipo de turismo de “destructivo e irresponsable”, pues cada fin de semana pasan por la localidad más de 3.000 personas, cuando sólo residen 40. “Sólo pedimos a las administraciones que nos ayuden. Vemos nuestro pueblo en imágenes promocionales, pero luego somos como uno más”, alerta el regidor.

En dirección sur, el Renault Kadjar llega a Covanera por la carretera que une Burgos y Santander. Sus habitantes viven de otro modo la llegada de turistas al Pozo Azul, un manantial de agua en el que se encuentra la cavidad inundada más larga de España. Hasta agosto de 2014, cuando se desarrolló la última expedición de espeleobuceo, se han explorado 13 kilómetros.

Nadie sabe más sobre esta surgencia que Carlos y Teresa, que regentan el Bar Muñecas. “Aquí la gente viene, mira y como mucho se baña. Excepto los profesionales”, determina ella tras la barra de su establecimiento, adornado por las cuatro paredes con fotografías, cuadros y firmas dedicadas de espeleólogos que han trabajado en el Pozo Azul.

“Hemos entrado unos metros, pero el agua está helada incluso con el neopreno”, explica Héctor Díaz, un santanderino que ha decidido adentrarse ligeramente en la poza. Cristian San Pedro, su compañero, añade que “la gente te dice que es pequeña, pero cuando llegas aquí y ves la cavidad, te asustas”.

Existe poco espacio para la agricultura y la ganadería en la zona del Ebro y el Rudrón, un afluente que cuenta con la peculiaridad de desaparecer en la localidad de Basconcillos, convertido en subterráneo durante varios kilómetros. En Valdelateja, en una zona kárstica horadada por el agua, entrega al Ebro su más preciado tesoro. Junto a esa diferente ribera, Paulino Santidrián cuenta con una pequeña y artesanal explotación de miel. Este apicultor desarrolla un trabajo excepcional con sus dujos, colmenas construidas a partir de troncos huecos de los árboles. “Esto es lo más bonito del parque natural”, ironiza este jubilado.

El zumbido de miles de obreras al acercarse al dujo “es un espectáculo” que ya han visitado “hasta japoneses”. En cada uno se contabilizan unos 90.000 insectos y produce unos 20 kilos de miel mixta de brezo, tomillo y esparceta, entre otros. En algunas tardes, Paulino se sienta en su hamaca, a la sombra, y observa el movimiento de su “ganado”, como él lo define “Para mí esto es como el cine”, resopla en la puesta de sol.
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