24/10/2021
 Actualizado a 24/10/2021
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Han transcurrido cuarenta años. Cuatro meses después de que Tejero, Bosch y compañía fracasasen en un golpe de Estado, el pleno del Congreso de Diputados aprobaba el 22 de junio de 1981 la Ley del Divorcio, por 162 votos a favor, 128 en contra y 7 en blanco. Se acababa para toda la vida el «hasta que la muerte nos separe», pero no sin la oposición de la jerarquía católica y el sector demócrata cristiano del partido que gobernaba entonces, UCD. Uno de sus representantes, el diputado Manuel Díaz-Pinés, llegó a decir en aquella sesión que legalizar el divorcio era como «llegar a legalizar las infracciones de tráfico, los atracos, la violación, la droga y la violencia terrorista». Al promotor y ministro de Justicia en aquel entonces, Fernández Ordóñez, le llegaron a acusar de escudarse en dicha ley para poder divorciarse él mismo, al decir: «No podemos impedir que los matrimonios se rompan, pero sí podemos impedir el sufrimiento de los matrimonios rotos».

La primera vez que se reconoció el derecho al divorcio en España fue regulado por la Ley del Divorcio de 1932, aprobada el 25 de febrero por las Cortes Republicanas (260 votos a favor y 23 en contra) , a pesar de la oposición de la Iglesia católica y partidos minoritarios. Apuntaban que el divorcio acarrearía el aumento de la criminalidad y el suicidio.

Con Franco ya en el poder, nadie pudo volver a divorciarse hasta seis años después de su muerte. La Ley del 23 de septiembre de 1939 derogó la legislada durante la II República, que reconocía como única forma legal de matrimonio la civil. La dictadura franquista abolió esa ley y no fue hasta el final del período conocido como ‘transición’ cuando se aprobó en España una nueva ley de divorcio. Es curioso que Ramón Franco –el célebre aviador y ‘bala perdida’ hermano del Caudillo– había tenido dos esposas durante la República y un divorcio entre medias, además de una hija antes de morir en accidente de aviación en 1938. Se había divorciado legalmente mientras estuvo vigente la ley de divorcio, meses antes de que su hermano la derogara. También la conducta del padre del dictador no había sido nada católica por repudiar en 1907 a Pilar Bahamonde, madre que Franco adoraba, casándose por 2ª vez por lo civil con Agustina Aldana, la ‘prostituta indecente’.

Durante el franquismo, la separación era la única forma de declarar públicamente la ruptura matrimonial. La competencia para decidir sobre esas separaciones las tenían, en la mayoría de los casos, los tribunales eclesiásticos, mientras que los tribunales civiles decidían únicamente sobre las repercusiones de la separación.

La santanderina Julia Ibars es el nombre que ha pasado a la historia por ser la primera mujer divorciada en España, en septiembre de 1981, tras la aprobación de la Ley del Divorcio. Pocos días después de decir el «sí quiero» viajó con su marido a Mallorca. Tres años más tarde de ese viaje Julia y su marido se divorciaron de mutuo acuerdo. Julia había conseguido la separación por sentencia del tribunal eclesiástico de Santander en abril de 1980, enterándose de su divorcio por la televisión.

El caso más famoso de la historia del divorcio es el del rey Enrique VIII de Inglaterra, que quería una reina nueva porque la que tenía (Catalina de Aragón para más señas) no pudo darle un hijo. Si cambiarse de esposa estaba prohibido por la curia romana –una institución menos espiritual que hoy en día–, pues, ¡hala, a tomar por el saco!, dijo Henry, hagamos una iglesia genuinamente inglesa sujeta al rey y no dependiente ni mandona de la de Roma.
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