04/10/2021
 Actualizado a 04/10/2021
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La madre tierra vomitando fuego. La Pachamama saca otra vez su rasposa lengua lamiendo nuestra tranquilidad de esclavos inocentes. Estamos a 29 de septiembre. Hace diez días que estalló el volcán en la isla de La Palma y esta madrugada la primera lengua de lava ha llegado al mar. Los noticiarios están repletos de expertos que analizan la peligrosidad de los gases que desprenderá la unión del fuego y el agua salada. Atrás quedan casas y edificaciones arrasadas, carreteras borradas, masacrados. Y, por suerte, ningún muerto. Miles de familias se han quedado sin nada y recelan de las promesas de ayuda de la Administración, deambulando por albergues, barcas, campos de fútbol, cuarteles y casas de familiares y amigos dispuestos a colaborar en medio de la tragedia.

Escribe nuestro Luis Mateo Díez en un cuento titulado ‘Voz de la fiebre’ que: «La escasez acrecienta el valor de lo que se tiene». Y es fácil imaginar la sensación de orfandad total que estarán sintiendo todas esas familias desposeídas de todo y expuestas a continuar con una vida que ya nunca será como ellos habían previsto y a cuya consecución habían entregado todo su esfuerzo.

Es difícil continuar, entretanto, con las labores cotidianas y atender al reclamo de las demás noticias que insisten en el deseado final de la pandemia, en la juventud desenfrenada entregada a la celebración de los botellones sin piedad, en la vacuidad de las luchas políticas a granel, en los vericuetos de la saga/fuga del ex/honorable ‘Picodemonte’ (traducción del catalán), y en el cambio de gobierna en la Alemania lideresa de una Europa en destrucción.

Y uno se pregunta, le pregunta a esta España vacía, y un tanto necia, a punto de quebrar como nación: ¿Qué locura se apoderó de ti? Como lo hace Virgilio por dos veces, una en la Bucólica II y otra en la VI. «¡Ay Coridón, Coridón! ¿Qué locura se apoderó de ti? Dejas a medio podar la vid, y te vas hacia el olmo frondoso donde ella te espera». Y así todos nosotros continuamos con nuestras tareas cuando debiéramos estar acudiendo con todos nuestros recursos en ayuda de aquellas gentes a las que el volcán ha despojado de su vida; y exigiendo a los servidores públicos que aparquen sus rifirrafes y hagan uso de su poder para ‘obligar’ a la banca y a las grandes empresas a colaborar, y los grandes señores que se jactan de gobernar la vieja Europa a rascárselos bolsillos y demostrar que nuestra civilización occidental es algo diferente a una comedia de enredo en la que nada es lo que parece. Días de volcán. De infierno.
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