19/12/2021
 Actualizado a 19/12/2021
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Frente al emprendimiento, desprendimiento. Así, como un eslogan, debería denunciarse el exceso que recae en el primer término y engrandecer, sobre todo en estas fiestas del consumo, el significado del segundo. Todos somos emprendedores, aunque no todos entramos en la categoría de subvencionables. Pocos son, sin embargo, los desprendidos. De ahí al menos la necesidad del reequilibrio.

Acostumbrados a las referencias oficiales que una semana tras otra proclaman la salvación a través del emprendimiento, echamos en falta políticas que aconsejen mínimamente iniciativas de la generosidad. Laboral, quiero decir. No es que lo primero sea tacañería, es que lo segundo apenas si se contempla. He aquí, como ejemplo, la referencia de los acuerdos de una misma sesión del Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León. 1: La Junta autoriza un millón de euros al (…) para el desarrollo del Programa de Consolidación Empresarial, Emprendimiento, Comunicación e Innovación para pymes de Castilla y León 2021/2022. 2: Subvención de 865.000 euros a las universidades (…) para potenciar el talento emprendedor y la investigación a través del Programa de Apoyo al Emprendimiento Innovador 2021-2024. Y 3: La Fundación (…) recibe 300.000 euros de la Junta para potenciar el emprendimiento a través del Plan de Dinamización Económica y Demográfica de la provincia de Soria. No hay una lluvia así para los simples trabajadores. No se lleva.

Pero si algo bueno tuvo la maldita enfermedad fue destacar por encima de los emprendimientos el papel jugado por lo que se llamó ‘trabajos esenciales’, en especial los de carácter público. En ese terreno es donde los boletines se vuelven cicateros, las palabras se vacían y las intenciones de fondo nos identifican como seres de una clase determinada. Y por eso mismo, superado el momento más angustioso de la peste, hemos vuelto casi al punto de partida, es decir, al retroceso y al repliegue sobre uno mismo. Sería bueno, para el nuevo año, empezar por desprenderse del yo.
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