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Despoblación en Podemos

13/06/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Ahora sí que Podemos entiende la despoblación. Y no porque Pablo Fernández haya recorrido durante cuatro años el mundo rural de Castilla y León y acompañado la cabecera de multitud de protestas y manifestaciones. La despoblación es un partido que desaparece y se descompone, abandonado por los electores y en constante disputa entre siglas y coaliciones. La política es como la realidad, que siempre es capaz de superar cualquier cosa imaginada. Pero si algo parece bastante evidente tras el ciclo electoral que estas semanas se cierra con negociaciones y pactos es que Podemos ha envejecido mal y pronto.

Aquel 15-M de las plazas, aquel ansia de una nueva clase política que jubilase la ‘casta’ de los viejos partidos, aquel asaltar los cielos… es un eco lejano. Un recuerdo ilusionaste y frustrado por el aplastante pragmatismo de la vida. Según avanzan los años la apasionada utopía adolescente se desdibuja. Es inevitable. Tan solo los héroes son capaces de envejecer en la utopía, y no nos quedan héroes en esta nueva era de la política. Ni siquiera quien se anuda la coleta para no peinarse a raya. Quien vestía de Alcampo en su escaño para teatralizar la llegada del ‘pueblo’ a las instituciones. Él, que volvió para heredar el cambio progresista y es ahora un bastón del socialismo.

Sucede que los referentes a la izquierda de la izquierda comparten una paradójica inclinación hacia la tiranía y la incoherencia. Ambos vicios los cultiva Pablo Iglesias con maestría como buen líder del neocomunismo con billetera. El chalet de Galapagar con salus para los reyes republicanos de todos los ‘círculos’. La purga interminable de cualquier voz crítica con su mano de hierro asamblearia y con consultas a las bases. El dinero y el poder suelen ganar a las ideologías (aunque no fuera lo deseable). Que de algo hay que vivir y si es posible bien pues mejor.

Por eso la nueva izquierda enseguida vuelve a ser la izquierda minoritaria de siempre. Hasta en el cónclave flagelante de la derrota Iglesias decidió echar la culpa a los liderazgos territoriales. No escuchó reproches porque hay en territorios donde Podemos hace eco y díscolos en la dirección tampoco les quedan. Aunque parece más probable, señor Iglesias, que hayan sido los territorios los que han pagado sus facturas.

El Pablo de aquí llegó a Madrid con la mochila vacía de votos. En las Cortes de Castilla y León la formación morada será esta legislatura irrelevante con dos procuradores, y el segundo se lo ha dado in extremis el VAR electoral. Nada más y nada menos que el del propio Pablo Fernández que la riada había arrastrado hasta su silla. No extraña que Iglesias se venga a Ávila cuando desea desconectar. Además del paisaje hoy es tan difícil encontrarse con uno de los suyos como que se crucen dos vehículos en las carreteras secundarias de Soria. No extraña tampoco que haya nombrado a Pablo Fernández secretario de ámbito rural y España vaciada en la nueva composición del Consejo Ciudadano Estatal. A Podemos lo ha vaciado Podemos que ya es solo Pablo Iglesias. Fernández sabe ahora lo que se siente cuando tu drama, en verdad, no le importa a nadie.
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