Despedida en el vacío

07/04/2020
 Actualizado a 07/04/2020
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Tocar fondo es esto, propulsar el abrazo con intención y dejarte noquear hasta el k.o. por un muro invisible construido con mascarillas, guantes y voluntades aprendidas a contrarreloj. No hay nada más por debajo del pozo en el que se eliminan los pésames y se lloran a los muertos a oscuras, sin despedidas, solo como el proceso físico de eliminar los despojos que restan tras el estertor que arrastra la vida a término. La dieta de la pandemia elimina lo básico del menú, tocarnos para sentirnos, cuando el adiós se hace real en una voltereta imposible que acecha al que no quiera darla. No besar, no abrazar, no tocar, mantener la distancia de seguridad y marcar el paso sin guía. Murió ‘al unísono’ tras un COVID-19 que se ha convertido en el rostro del miedo. Y ahora reajustamos el dial. El llanto se guarda en la garganta con enrabietada soltura, pero sin confundirse con un síntoma de contagio. Lloramos a nuestros muertos sin serlo, porque es mala compañera la soledad tras esos ojos entornados que tienen que rendirse. Y la escena amarga. Enluta todo mandando a la mierda a ese sálvese quien pueda que ahora preside cada mañana. La solidaridad actual es esa, no tocar, no besar, no abrazar y dejar de lado el hábito de vivir a la intemperie. Han pasado 21 días desde que nos confinamos en los x metros cuadrados de nuestro pisito/apartamento/casa. Es el tiempo en el que dicen que el humano tarda en acostumbrar su cuerpo a lo nuevo. Hoy estamos en ese 21 que nos ata a la soledad casera, adjetivo que en los postres es un plus. Hoy sabemos que lo pequeño es hermoso, Valentín Carrera dixit, que lo grande nos espera y no está ahí fuera y que las casas guardaban secretos que todavía nos persiguen. Queda mucho por hacer en esta tierra sembrada de amor y odio que engulle a los muertos sin dejarles despedirse. Adiós desde las letras que permiten el viaje de los últimos abrazos apretados para no dejaros marchar. D.E.P.
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