Desde Peredilla para los más pobres de la India

Peredilla de Gordón, el pequeño pueblo leonés, vio nacer a estas dos mujeres irrepetibles, misioneras y enfermeras que decidieron entregarse a cuidar a los más olvidados y desfavorecidos de la India. Allí murieron, allí quedaron Mercedes y Pilar

Fulgencio Fernández
24/10/2021
 Actualizado a 24/10/2021
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Hay una palabra que precisamente hoy se repite mucho, es su día: misioneras. Y se repiten cifras, necesidades, países... pero lo más llamativo son algunas de sus biografías, ejemplo de entrega desinteresada, algunas hasta la muerte, bien lo saben en lugares como Izagre.

Pero sin llegar al extremo de dar la vida hay ejemplos de entrega admirables. Dos de ellos, de ellas, de un pequeño pueblo leonés en la comarca de Gordón, Peredilla, e incluso primas entre ellas, que eligieron además el mismo destino: la India. Son, fueron, Milagros Gordón (nacida en 1917 y fallecida en Shillong con 103 años) y Pilar González (nacida en 1904 y fallecida con 104 años en Pune).Las dos vivieron más de cien años.

Es curioso que dos vecinas de un lugar como Peredilla de Gordón, de unas pocas decenas de habitantes, tuvieran con unos años de diferencia la misma vocación de servicio y, saliendo del mismo pueblo acabaran en el mismo país, la India, aunque en ciudades diferentes. Elena Gordón, hermana de Milagros, recordaba con motivo de un homenaje a ambas en su tierra  hace unos años que «eran primas carnales y fue Pilar quien animó a su pariente a seguir su ejemplo, pues aunque le contara  cosas lo fundamental para convencerla fue su ejemplo. Y la felicidad que irradiaba al contar el trabajo que hacía allí».

También hay otro punto que las unía, ambas eran enfermeras, profesión que les sería de gran utilidad en su etapa en la India, y las dos pertenecían a la congregación de Cristo Jesús. Parecen demasiadas coincidencias o, más bien, constatan la evidencia de que una tuvo influencia en la otra.

La de Gordón era una familia muy larga. Sus padres, Aquilino y Cesárea, tuvieron doce hijos. Se dedicaban al campo, a la ganadería y Aquilino tenía además otra profesión  hoy en desuso, era  el consumero, es decir el que pesaba y controlaba los ganados en el mercado.

Antes de partir hacia la India, la mayor de las dos primas, Pilar, ya era un ejemplo de solidaridad en el pueblo y alguien muy querida por los vecinos. «Ella se dedicaba a cuidar de los enfermos, les ponía las inyecciones y lo que necesitaban» ; entonces en Peredilla ir al médico era para los casos ya importantes y Pilar hacía una gran labor. Por eso no nos causó mucha extrañeza su voluntad de dedicarse a los enfermos más abandonados, incluso a los leprosos, que siempre han causado cierto respeto», recordaba su hermana.

Cuando la mayor de ellas, Pilar González, falleció en el año 2008 fue una antigua compañera de trabajo en una leprosería, Isabel, la que explicaba la dedicación de quien ya era conocida como la Teresa de Calcuta de León, además de ser una de las primeras misioneras católicas en la India. «Era enfermera y trabajaba con toda su alma y la efectividad posible, pero fundamentalmente con todo el corazón» decía de ella, a la vez que recordaba cómo fue su llegada a la misión. «Corría el año 1948 y su primer destino fue una leprosería, a lo que no puso ningún reparo pese a tratarse de un lugar al que nadie quería ir», pues, explicaba Isabel, «además de lo que ya impone el propio nombre de la leprosería, no debemos olvidar la leyenda que arrastra esta enfermedad y más aún en la dura realidad de su lugar de destino, en una zona con difíciles comunicaciones, cerca del Nepal, donde había muchos enfermos que habían llegado desde la zona del Tibet».

Después de su trabajo en la leprosería Pilar González fue enviada a otro de esos destinos que poca gente quiere, iba la gordonesa de un estigma a otro, en este caso el hospital de tuberculosos del país que estaba más cercano a Birmania. Allí trabajó otros cinco años más para regresar después a un trabajo que ya conocía y en el que siempre hace falta personal, nuevamente en la leprosería. «Pese a sus destinos, pese a ir de la leprosería a un centro de tuberculosos y regresar, nunca se demostraba cansada. Era una mujer fuerte en todos los sentidos», añadía Isabel.

También Pilar González se había ganado el respeto de aquellas gentes pues, contaban, «su entierro el 26 de diciembre de 2010 en Shillong se convirtió en una impresionante manifestación de cariño de las gentes de esta ciudad, especialmente de “sus khasis”». Había llegado la monja de Peredilla a aquella tierra pocos años después de su paisana, en 1951, y como también era enfermera su principal dedicación también fue la sanidad, tan precaria en la India. Sin embargo, su primera misión en la ciudad a la que llegó, Raliang (Meghalaya), fue diferente a la de Pilar y le encargaron hacerse cargo del orfanato, en el que estuvo 18 años y donde, dicen sus compañeras, «practicó como terapia una ternura que ya no abandonó jamás», pese a las dolencias que tuvo que soportar.

Del orfanato pasó a otras ciudades, como Gone y Pune, donde ya ejerció como enfermera, durante 23 años en el Nazareth Hospital, y también se preocupó de conocer y entender la cultura de aquellas gentes, estudiando por su cuenta los idiomas locales –pnar y khasi- y el universal inglés.

Las vidas paralelas de estas dos primas gordonesas se mantuvieron hasta el final y también María Mercedes Gordón tuvo que retirarse de la primera linea, pero tampoco dejó de trabajar. «María siguió asumiendo tareas en la casa regional de Shillong, desde recibir a las visitas, encargarse de la sacristía o preparar las habitaciones y ocuparse de la ropa de la casa» pues parece que nunca se le pasó por la cabeza regresar a su pueblo, aunque lo añoraba: «Nunca, ni una sola vez pensé en regresar. Las dificultades estaban ahí, pero la felicidad de estar con los niños, ver a las familias interesadas en enviar a los hijos a la escuela para su formación, me llenaba a mí, y a todas nosotras».

Tanto Pilar González como María Mercedes Gordón regresaron en algunas ocasiones a Peredilla, a ver a su familia, con la que nunca perdieron el contacto.. «En teoría podían venir cada cinco años pero no siempre era posible».
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