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Desahogo y política

22/11/2020
 Actualizado a 22/11/2020
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Los programas electorales, las promesas de los candidatos, todas, nunca se cumplen en su totalidad. Jamás. Ya lo dijo ‘el Guerra’, el torero: «lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible». Pues lo mismo ocurre con ese malintencionado juego de los partidos, empeñados en ofrecer a los votantes montes y morenas cuando llegan las elecciones, a sabiendas de que, al final y en el mejor de los casos, una buena parte del compromiso quedará en papel mojado. Se volatizará. Para corroborar la repetitiva falacia no hay más que ir las hemerotecas, que son como una espada de Damocles sobre la cabeza. Por el contrario, el dirigente que cumpla con el setenta u ochenta por ciento de sus propuestas puede ser considerado ‘un hacha’ –expresión ésta muy leonesa– en la ejecución de las obligaciones adquiridas.

Y es lógico que la oposición –en este caso la del Partido Popular en el Ayuntamiento de León– procure hacer su trabajo y delate las carencias, los fallos o la dejadez de quien gobierna, que para eso ocupa escaños en el salón de plenos y cobra por ello. Pero siempre con objetividad y sabiendo de lo que se acusa, no sea que el demonio –también expresión leonesa– vuelva las cañas lanzas. Ocurre a menudo.

Y en ese batiburrillo que es en sí la política, aparece en escena días atrás la exconcejal de Turismo del PP y alguna otra titulatura en la llevanza del cargo –la misma del infeliz Grial de Doña Urraca– y, aprovechando la crisis derivada del coronavirus, arremete contra el equipo de Gobierno socialista –contra el alcalde Diez, quien en 2015 ¡menuda paradoja! pretendió incorporarla a su candidatura para batir a Silván– por no andar vivo en la creación de la Oficina de Gestión y Coordinación Hostelera, gobernanza ideada por el PSOE «para canalizar proyectos municipales y la formación y participación del sector de la hostelería en la programación de actividades». Cierto. El asunto está más arrumbado que un mojón de carretera local.

Pero rechina que la concejala en cuestión, al rebufo de su delación pública, invoque, como arma arrojadiza sobre Diez, lo de la Capital Española de la Gastronomía del año 2018. Suena a chiste. Y de los malos. La capitalidad, que fue un fiasco en sí misma, se celebró gracias a la labor de un concejal a quien se le cargó el muerto –y nunca mejor dicho– y la ayuda de un interino del grupo popular, galoneado como jefe de gabinete y cañerías. La del Grial siempre con paraguas. No se mojó ni cuando lloviznaba. Entonces, si era una acción de carácter turístico ¿quién debía echarse el asunto a la chepa? ¿Quién tenía que trabajar y responsabilizarse del asunto? No quiso saber nada. Y ahora, encendida, lo denuncia. El desahogo no tiene límites.
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