Del pan y el hambre

24/09/2019
 Actualizado a 24/09/2019
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El paraguas debe ser para el sol, pero si sale la lluvia hará un avío. Y si fuera al revés, pues exactamente igual.

Aunque hay que tener cuidado con el exactamente igual, no te ocurra como a dos paisanos de mi infancia, hermanos ellos, parece que uno más espabilado –el listo de la familia– que el otro –el que hace los recados–, pues se te puede torcer la historia hacia un final inesperado.

Era el velatorio de su padre, con una noche larga de conversaciones con el vecindario, y ya en la mañana un hermano le pidió al otro, ya sabéis quién a quién. «Súbeme a por un par de zapatos para prepararnos para el funeral de padre».

Subió a por los zapatos. Bajó uno marrón y otro negro por lo que recibió la reprimenda de su pariente, ante lo que reaccionó no sé si con ingenio o con ingenuidad: «Pues los que quedaron en la habitación eran exactamente iguales que estos que te bajé».

Y no le faltaba razón.

Puede ser el paraguas exactamente igual para la lluvia y el sol, como siempre se dijo que lo que quita el frío quita el calor, como siempre el conformista tuvo motivos para serlo y al inconformista nunca le faltan datos para avalar su enfado con el mundo. Es la realidad de aquel viejo dicho: «Cuando no nos falta el pan... nos viene a faltar el hambre».
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