Del arte a la crítica a través de las viñas

Julia Rodríguez es una mujer muy unida a sus raíces, de raíces nos hablan precisamente las obras a las que les ha dedicado sus últimos esfuerzos

Mercedes G. Rojo
23/10/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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«Soy una persona con muchas ganas de aprender. No sólo hay un método. Todo lo que sea adquirir nuevos conocimientos puede ser fuente de inspiración para nuevas obras». (Julia Rodríguez. Escultora).

Hoy presentamos en estos caminos artísticos a una joven astorgana, actualmente afincada en San Justo de la Vega que desde siempre sintió los impulsos del arte, comenzando a través del dibujo, pasión que se despertó en ella desde chiquita, mientras veía a su padre y a su hermana dibujar. Se trata de Julia Rodríguez Villar, quien ya con 16 años tomaría la decisión de estudiar bachillerato artístico en la Escuela de Artes de León, donde no solo adquirió técnica y conocimientos básicos sino que también se inició en otras artes como la escultura y la fotografía. Tras su paso por allí se decanta definitivamente por la escultura de la que quiere saberlo todo, especialmente tocar nuevos elementos como la piedra o el hierro, lo que la lleva a Salamanca donde trabaja otros cuatro años hasta que consigue el título de Técnica superior en Artes aplicadas a la Escultura.

Coincidí por primera vez con ella en 2014, a través del proyecto 'Maternidad' de Castorina en Astorga, proyecto que me permitió entrar en contacto con diversos creadores del mundo de la escultura cuya existencia (salvo alguna excepción) hasta entonces ignoraba. La mayor sorpresa de entre todos ellos, precisamente por su juventud, fue la de Julia, podría decirse que prácticamente recién retornada a Astorga tras sus años de formación y estudio en tierras salmantinas. A partir de ahí conseguí que participara, ahora ya como protagonista, en el proyecto conjunto de marzo 2015 como homenaje a las mujeres artistas, ‘Astorga Esculpiendo en femenino’, donde volvió a ser la más joven de las once creadoras participantes en la muestra que se desarrolló en la Casa Panero de la ciudad. En ella pudimos ver varias de sus piezas, de muy diferente factura y con muy distintos materiales. Y es que, al comienzo del camino, un artista tiene que experimentar con todos los materiales a su alcance hasta encontrar aquel en el que se siente más cómodo. Mujer muy unida a sus raíces, de raíces nos hablan precisamente las obras a las que les ha dedicado sus últimos esfuerzos. Cuando retorna a su tierra lo hace en parte para alejarse del carácter excesivamente competitivo que tantas veces se da en el mundo del arte, para buscar aquello que le permita encontrar la verdadera esencia de su trabajo. De toda esa búsqueda surge, este último año, la serie de criaturas en las que ha trabajado y que tienen mucho que ver con uno de los elementos de los que más cerca se siente en ese paisaje que le aporta todo lo que necesita para crear. Hace algún tiempo me había hablado de la gran vinculación que sentía por una de sus obras, ‘La Criatura de las Viñas’, pieza en la que nos muestra un ser en decadencia que viene a representar «la degeneración y muerte del campesinado, el resultado de la industrialización extrema, de la agricultura y sus productos experimentales; un tema que me conmueve y nos afecta a todas las personas (en la comida que compramos, el aire que respiramos…)». De dicha pieza destacaba la técnica utilizada, su creación a partir de las formas que la naturaleza proporciona sin transformarla, usando para ello las raíces y sarmientos que toda viña nos cede, con un estilo ciertamente macabro que ella misma reconoce ser el que más la llena y en el que mejor se desenvuelve. Salía así a relucir todo el espíritu crítico que trata de transmitir a sus obras. En aquel momento tenía en mente como proyecto de futuro hacerle una compañera a esa 'Criatura de las Viñas' con la intención de exponerlas como un conjunto. Pero la cosa no quedó ahí y hoy son toda una serie de piezas, con una expresividad impresionante, las que ocupan su actual trabajo que se ha convertido en una completa colección que sigue creciendo y donde cada una de ellas resulta más impactante y sugerente, como la ‘Criatura decadente’ con la que actualmente participa en la exposición ‘Del arte a la palabra’, junto a otra cincuentena de artistas, con motivo del Día de la salud mental. Como Castorina con los cantos rodados, Julia ha sabido encontrar en la naturaleza su mayor punto de inspiración, con una mirada capaz de salvar de cada resto de vid sacrificada una criatura a través del cual mostrarnos su preocupación por la vida, sus sentimientos, ese profundo carácter crítico que la lleva a reflexionar continuamente sobre lo que le estamos haciendo al mundo y sus consecuencias; todo un mundo de criaturas que gracias a su arte salen de sus escondrijos para transmitirnos su mensaje aferrándose a su mirada y a su mano de artista para removernos y para hablarnos. Sin duda, Julia Rodríguez es una de nuestras más jóvenes y prometedoras escultoras. Poesía y arte en estado puro.
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