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Del arcón al vestidor

16/12/2019
 Actualizado a 16/12/2019
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E s una buena época para regalar o pedir pijamas, calcetines, zapatillas de andar por casa y toda la ropa que va en el apartado de ‘para regalo’ frente al de ‘para rebajas’, que ya asoman también con sus filas y neuras. Antes van los modelitos de nochevieja y todos los outfits que exigen estas fechas de tanto dejarse ver. Lo cierto es que a quienes lo del arcón repleto de rodaos, panas, toquillas, pellizas y demás, ya les maravillaba lo del vestidor contemporáneo con clasificador hasta para los coleteros le puede espantar. Aquello de la vuelta que dio la vida, la sociedad postindustrial consumista y otras filosofías del ramo tiene duro el combatir contra la publicidad programática, que le enseña justo el abrigo o los zapatos que tanto desea –probablemente al lado o entre las líneas de esta columna si la está leyendo en la web–.

En cualquier caso, el vestir genera fuertes sentimientos. Es un drama cuando partes peras con tu ex y se queda la sudadera de Iron Maiden que tanto molaba y que sudaste en el concierto. Eso duele, tando como perder la única cazadora que tenías de entretiempo, por tres razones. La primera, porque todo el mundo sabe que la ropa de entretiempo es un indicador de poderío económico; la segunda, porque era un regalo; y la tercera, porque es la tercera que pierdes en cinco años, las tres veces de fiesta. Así que, creo que conviene seguir la receta de Erich Fromme y no dejar que las cosas nos dominen. Cuando empezamos con el ‘lo tiro, no lo tiro’ hay que cortar de raíz y aunque esté helando y estés en pijama agarrar la prenda y bajarla al contenedor, al de la ropa, claro, porque reciclar el textil es tan obligado como el cartón o las latas. Esto no aplica para la gente de La Bañeza y alrededores donde toda la ropa que caduca va directamente al armario de los disfraces. Otra forma de reciclar jerseys de lana es deshacerlos para hacer belenes como en Villoria de Órbigo o como hizo el último amigo que vino de valiente y le tuve que dejar un forro polar, que como olvidó cómo había llegado aquello a su casa decidió que era muy bueno para hacerle una cama a la gatina.
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