03/07/2021
 Actualizado a 03/07/2021
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«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida. Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido» – escribió Henry David Thoreau en ‘Walden’ uno de mis libros imprescindibles.

Pero no olvidemos que el escritor, cuyo libro relata sus experiencias viviendo solo en el bosque, construyó su cabaña en la finca ‘Walden Pond’ propiedad de su amigo Ralph Waldo Emerson.

Con esto quiero decirles que no es posible cuestionar los valores de la sociedad actual e ir en busca de nuestra esencia, acampando a las bravas como hace ‘la familia rainbow’ allí donde les place.

En la actualidad existen más de 500 aglomeraciones con un número superior a un millón de habitantes. De estas, unas 70 sobrepasan los 5 millones de personas, 50 superan los 10 millones y 2 cuentan con alrededor de 30 millones de habitantes. Tenemos en este planeta extensiones indecibles de tierra deshabitada, salvo por la fauna y la flora que ha tenido la suerte de no ser invadida por el cemento, mientras insistimos en hacinarnos en ciudades y nos parece lo normal. De 7 mil millones de seres humanos que somos actualmente en el planeta según la ONU, 450 millones de personas viven en tan solo 28 ciudades. Conocidas como ‘megaurbes’, se espera que en el año 2050 el 66% de la población habite en ellas.

A esto vamos a sumar el dato de que la pandemia, ha dejado más ricos que nunca en nuestro panorama económico.

Un informe del banco de negocios Credit Suisse ha desvelado que el número de ricos se ha incrementado en más de cinco millones de personas desde comienzos del pasado año. Esto va acompañado de un aumento en la desigualdad de las capas sociales de la población porque no vamos a obviar que los que pagan impuestos religiosamente, son siempre los mismos.

A tenor de esto, un grupo de gente que ya viene defendiendo su postura desde hace unos años, trata de vivir su vida al margen de esa sociedad, acampando en parajes solitarios, casi desérticos, viviendo de forma casi autosuficiente y dando la espalda a un engranaje que considera lo verdaderamente salvaje. Añadamos que no delinquen, aunque de vez en cuando enciendan un hornillo para calentar su comida.

Pero la acampada libre está prohibida, en general. La acampada debe ser ‘controlada’ cuando no cobrada, y en estos casos se requiere un cambio de ubicación cada noche (evitando así un encariñamiento con la hierba) y en grupos reducidos (para evitar, por ejemplo, el nacimiento de un pueblo espontáneo, sin control y sin impuestos) Por lo visto hay más facilidades de ser libre en cotas muy altas o, me imagino que, en el propio cielo, donde no se puede controlar mucho, por ahora.

Parece que a nadie le interesa que simplifiquemos nuestras necesidades materiales, porque colapsaría el sistema y el mejor ejemplo es que cuando se trata de hacerlo definitivamente, surge un movimiento inmediato para controlarlo, regularlo, cobrarlo e integrarlo al monstruo capitalista. De vuelta al redil.
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