De Villademor a San Millán: De viaje con Aparicio y Merino

A Villademor y a San Millán les separan escasos kilómetros, los que en realidad siempre han unido a estas dos localidades que comparten el paisaje de secano por la zona de sus bodegas y el de Vega por el cauce del Esla

T. Giganto
22/11/2020
 Actualizado a 22/11/2020
Iglesia de Villademor a la que llaman la ‘catedral’ de la Vega. | MAURICIO PEÑA
Iglesia de Villademor a la que llaman la ‘catedral’ de la Vega. | MAURICIO PEÑA
Algo tiene el Esla que son muchos los que han ido a la zaga de este río desde su nacimiento en los manantiales que brotan de las montañas de Riaño arriba. Entre los viajeros que se han acercado al cauce del viejo Astura hay quienes lo hicieron pertrechados de un cuaderno con el que contribuyeron a que el sur de León tenga hoy un hueco en la literatura de viajes, unas páginas que forman parte de los recuerdos y que ayudan con ello a componer la historia. Los escritores leoneses Juan Pedro Aparicio y José María Merino dieron fe de su viaje en ‘Los caminos del Esla’ a finales de los años 70 del siglo pasado.

Lo hicieron durante siete días que quedaron cortos para haber podido hacer parada en cada pueblo con el que se toparon. Seguimos este domingo sus pasos en el recorrido por el sur de León y paramos en Villademor de la Vega como ellos hicieron, cautivados en su plaza por una iglesia cuya majestuosidad le ha dado el sobrenombre de ‘catedral de la Vega’. Muy cerca de ella está el rollo de justicia o picota, uno de los pocos que se conservan en León y que en este caso los vecinos llaman ‘La Mona’. A escasos metros de ella hace gala la hidalguía arquitectónica de una casa blasonada que fue de la familia de Sabino Ordás, intelectual leonés nacido en Ardón pero cuyas raíces familiares se hunden en Villademor. Se lo cuenta Isidoro Chamorro a Aparicio y a Merino en su visita al pueblo, profesor en Oviedo hoy ya fallecido, que les da conversación y unos cuantos datos de interés como la grandeza del pueblo que se medía, y se mide, por los escolares que había en las aulas.

Entonces hablaba de un centenar de niños, hoy ya no hay quien se siente en los pupitres de la escuela. Si interesante es la conversación con Isidoro, no menos lo fue con la señora Manuela. Podríamos reparar en la historia de Villademor hablando de que perteneció al Obispado de Oviedo o de su pujanza económica en el siglo XVIII pero seguimos el viaje con Aparicio y Merino y con quienes se encontraron por el camino como muestra de que la historia de los pueblos la escriben también sus vecinos como Manuela Paino, a la que todavía hoy muchos recuerdan por haber sido su pequeña tienda un lugar común de su infancia. Era un 7 de septiembre de 1978 y esta les salió al paso desde la ventana de su casa en la plaza. «Nos cuenta que el pueblo vive de las legumbres, de la remolacha, que también hay algo de ganado. Que todo el terreno es productivo, pero que está mal repartido. Hay muchas personas que carecen de tierra, y deben trabajar para otras», recogen los escritores leoneses a su paso por Villademor. Manuela no solo les habló de miserias, que también les contó la afición al frontón y las tradición de la danza y el mayo. «Cuando le preguntamos sobre el tema regional, doña Manuel dice, con sorna: ‘A los viejosnos van a cambiar el pellejo’ y luego nos aclara: ‘León es esto. Castilla es... pa Valladolid’», La iglesia de San Pedro, ‘La Mona’ y sus vecinos no son el único patrimonio con el que cuenta Villademor. No puede uno irsede allí sin conocer la ermita del Cristo y la de La Piedad, tampoco sin recorrer sus bodegas distribuidas en lo que es prácticamente otro pueblo paralelo y subterráneo que resiste como vestigio de su pasado vitivinícola. La sed bien puede regarse en el bar de Andrés, donde el tapero rebosa a la hora del vermú para hacer acopio de fuerzas y seguir el rumbo de la historia del Esla a su paso por el sur de León. A escasos kilómetros de Villademor está San Millán de los Caballeros, un pueblo al que separan escasos kilómetros y con el que comparte la fértil Vega del Esla pero también lo que fue el secano del Pajuelo, hoy reconvertido al regadío. No pasaron por alto Aparicio y Merino la «hermosa» iglesia de San Millán y es que es otra de las joyas del patrimonio del sur leonés.

Sobresale por encima de los tejados de las casas el templo principal del siglo XVII y la torre del XII. Este última destaca en el conjunto arquitectónico y pone al viajero en antecedentes de lo atrás que tiene que remontarse en el tiempo para imaginar a los primeros moradores del pueblo. Los restos romanos hallados dan fe de que este imperio ya eligió San Millán para asentar allí una ‘villae’. Un paseo por el pueblo le permitirá disfrutar de un trago de agua fresca de la fuente de principios del siglo XX que han recuperado hace no mucho. Con suerte, cerca, encontrará algún vecino que, como en Villademor, esos sí que son patrimonio.
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