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De veletas y veletadas

15/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Lo primero fue el viento. O lo tercero porque cuando este llegó el panorama estaba compuesto por un erial y un hombre, uno de esos nómadas que andaba de un lado a otro al acecho de una presa que cazar o pescar si tenía hambre, de un riachuelo si tenía sed, huyendo del frío y del calor excesivos. La cosa era buscar recursos sin necesidad de provocarlos, comiendo aguacates donde y cuando se comen tales productos sin necesidad de que sus semillas sean sometidas a un proceso de modificación transgénica que posibilite su producción en cualquier ecosistema. Pero un día, de repente, las nubes se revolvieron y llegó el viento. El hombre en cuestión estaba un poco harto de vivir errando y dándose cuenta de que el viento venía del norte, levantó una pared tras la que guarecerse de una ventolera en aumento. Al día siguiente, «¡vaya por Dios!», el viento soplaba del sur. Manos a la obra y pared nueva. No iba a acabar la faena con estos dos muros porque al otro día venía del este y al cuarto, del oeste. El paisano decidió meterse dentro pero al quinto día llovió. No le quedó otra más que poner techo al chigre que acababa de levantar. Desconozco si lo culminó con una veleta pero si a toda esta estampa le pone no solo un hombre, sino varios organizados como lo está la sociedad actual se dará cuenta deque lo primero fue el viento. El que según por donde soplase así generó una u otra necesidad, la de guarecerse con los rojos, los azules, los verdes o cualquier otra tonalidad que desentona llegadas estas fechas electorales. Sabrá de más de un veleta. Y de sus veletadas.
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