05/03/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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El otro día, en el tercer tiempo de un partido de tenis, alguien, porque le regalé mi libro de aforismos (A orillas del Bernesga), me dijo: «Gracias, hace diez años que no leo uno». ¡Y es profesor de instituto! ¿Cómo puede entenderse y entender a los demás? ¿cómo puede adquirir el suficiente criterio y juicio crítico como para no verse arrastrado por cualquier corriente cultural de moda? ¿cómo puede vivir?

Y, estando en estas, leí una entrevista a Elie Cohen donde explica precisamente que la logosofía aconseja dialogar conscientemente con la vida. Se trata, dice, de mejorar personalmente para mejorar el mundo en el que nos ha tocado vivir y tomar esa iniciativa de manera propia y libre: tomar las riendas de nuestro destino. Y me acordé del poema Invictus de William Ernest Henley, que tanto inspiró a Mandela en su cautiverio:

«En la noche que me cubre/negra como el abismo insondable,/doy gracias a los dioses que pudieran existir/por mi alma inconquistable.
En las crueles garras de las circunstancias/nunca me he lamentado ni he pestañeado./Sometido a los golpes del destino/mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas/donde yacen los horrores de la sombra,/la amenaza de los años, sin embargo/me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,/cuán cargados de castigos el viaje,/soy el amo de mi destino;/soy el capitán de mi alma».

El eje central de la logosofía es el proceso de evolución consciente: cuando uno decide su desarrollo sin dejarse influir por las circunstancias. Y me parece especialmente interesante este planteamiento vital porque somos muy dados a responsabilizar de lo que nos ocurre a los demás. Tomar las riendas de nuestro destino, ese es el reto.

Y dice: «No puedo arrancar el limón del tronco (consumo de felicidad), sino ocuparme del árbol, darle el agua necesaria y esperar los frutos que salen solos. O sea, cuídate porque de ti depende tu felicidad».

Finaliza la entrevista Elie Cohen comentando que es en el tiempo libre donde florece nuestro ser interno y verdadero, «al ser esa parte de la vida que nos queda tras cumplir con todo y con todos». Y, si esto es así, me apena pensar cómo estamos consumiendo nuestra vida, si aún no hemos conseguido en nuestro trabajo ser proactivos, es decir, responsables: el lugar donde uno no va a cumplir, sino donde nos realizamos como persona.
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