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De lo público en público

24/10/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Gobierno de lo público en público. Así define parcialmente la democracia Norberto Bobbio. Gobierno de lo público, como oposición a lo privado, es decir aquello que pertenece a todos y a ninguno. Gobierno en público, como oposición a lo secreto, haciendo referencia al cómo se ejerce y se despliega el poder. En un libro delicioso que yo compartía con mis alumnos hace muchos años, ‘El futuro de la democracia’, el autor italiano nos ilustra sobre algunos aspectos que nos permiten calibrar la calidad democrática de un sistema político. Asimila las autocracias –monarquías, tiranías, dictaduras, etc.– con lo que él llama poder invisible. Se trata de un poder que se esconde y de un poder que esconde. Un poder que se arropa con el secreto y que no quiere dejarse ver. En este tipo de sistemas, las decisiones se toman a espaldas del público, es importante que el público no sepa, lo que evidencia el desprecio por el vulgo que sienten este tipo de gobernantes. Frente a éstos, un sistema democrático es aquel en el que todo se hace cara al público y sin mangas ni chisteras de las que sacar conejos. Así sucedía en el ágora de Atenas, así sucedió en el Foro romano en los siglos esplendorosos de la República. Para Platón, esta asamblea política tenía algo de teatro, lo que le llevó a calificar, con cierto matiz despectivo, a la democracia como teatrocracia. Hoy en día, el ágora y el foro han sido sustituidos por el Parlamento. El Parlamento es la sede de la soberanía nacional, pues en ella están los representantes que ha elegido el pueblo soberano para ejercerla. En el Parlamento todo debe suceder con luz y taquígrafos, desde allí se gobierna lo público y debe ser en público. No puede haber secretos, nada oculto, salvo, en palabras de Kant, aquello que afecte a la seguridad del Estado y sólo mientras dure el peligro. Es también Kant quien afirma que se mantiene en secreto aquello que de hacerse público constituiría un escándalo. No sé qué opinaría Bobbio sobre el hecho de convertir en escenario político una prisión, en la que se negocia veladamente, convirtiendo en actores políticos a presuntos delincuentes acusados de intentar destruir el Estado de Derecho. A mí me parece uno de los escándalos más graves en esta sociedad de por sí escandalosa y ya anestesiada.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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