27/09/2021
 Actualizado a 27/09/2021
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Uno de los problemas más escandalosos en estos tiempos es la ocupación de viviendas ajenas por parte de personas o grupos al margen de la ley. Y en algunos casos desplazando a sus legítimos dueños que se han visto obligados a ir al hospital, y a la vuelta, se encuentran con el cerrojo cambiado y unas gentes instaladas allí. Otros, a veces extranjeros, que han comprado un apartamento en la playa para las vacaciones y, vuelven a su país o a su ciudad, ignorando que ya no podrán volver a utilizarlo nunca porque alguien se ha hecho dueño de su propiedad.

Tres consecuencias añaden desesperación a este hecho; una, que los desposeídos no disponen de recursos legales para recuperar su propiedad; dos, que los restantes inquilinos del edificio o de los colindantes (digamos legales) ven envenenada su existencia; y tres: que mientras los ‘okupas’ disfrutan de tu vivienda, tú estás corriendo con los gastos de luz y agua, acumulando deudas de ‘Ibi’, ‘escalera’ y demás, a los que tarde o temprano habrás de hacer frente si no quieres ver embargada tu propiedad. La vía penal no resuelve la situación. La vía civil deja abierta una puerta, la de los ‘ignorados ocupantes’, pero es cara y tan lenta que no termina jamás.

Y cuando este problema se le presenta a usted en la ancianidad, y sin fuerzas para afrontar la situación, lo primero que piensa es ¿para qué tenemos a estos legisladores de postín que cobran un pastón? Como escribe Muñoz Molina en ‘Volver a dónde’ (pág. 189: «La vejez es una retirada lenta; un irse distraídamente de lugares a los que no se ha de volver». Y menos a ese lugar en el que se ha vivido tanto tiempo, en el que la reclamación del derecho a las libertades ocupó buena parte de nuestro tiempo y desgastó nuestra voluntad hasta dejarnos sin fuerza.

Nuestro Antonio Gamoneda se viene quejando de que no hemos logrado una democracia completa. Y es que, curiosamente, si algo es la democracia es eso: un manojo de leyes que amparen a los indefensos. ¿No estaremos siendo los ‘Ignorados ocupantes’ de una democracia imperfecta? Ahora sabemos que no solo se trataba de enterrar bajo unapesada losala tiranía. A nosotros, hijos de le emigración y el desamparo, desposeídos hasta de a quién votar en las elecciones (porque todos sin iguales y van a la que van a la política) nos sigue resonando en los oídos aquello que se decía antaño: «De fuera vendrán, que de casa te echarán». Ignorados ocupantes de las libertades. ¿No nos habremos vuelto modorros de tanto pensar?
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