Imagen Juan María García Campal

De flagrantes gazapos

29/09/2021
 Actualizado a 29/09/2021
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Si los artículos opinantes se dedicasen, este lo sería al sargento Picurri, don Alfredo Pérez, y su famoso: «¡Ten cuidado, chaval…Que te meto una autocrítica…!».

Cuenta Juan, en el capítulo ocho de su evangelio, cómo Jesús, cesando de escribir en el suelo y levantándose, se dirigió a los escribas (qué casualidad) y fariseos (¡chitón!) y «les dijo: ‘El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra’. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo». Tal enseñanza está, teóricamente, muy extendida en la cultura judeocristiana y sabemos que no fue inspirada en que Jesús hubiese metido un gazapo en su escritura, sino que su propósito era enseñar del perdón a la mujer adúltera (determino mujer, pues aún hay hombres partidarios de la lapidación). Y confieso que me gusta que tal enseñanza todavía se tenga presente y, aún más, se practique en versión genérica en nuestros días por más que con frecuencia se confunda con indiferencia ante cualquier yerro, es decir, con ausencia de corrección –acción y efecto de corregir– ya sea esta con reprensión o, preferiblemente, sin vituperio alguno y sí como prueba de amistad, si no de fraternidad. Qué sería de mí sin su práctica por mis allegados.

¿Qué por qué todo esto? Fácil, porque donde las dan, las toman y bueno es reírse de uno mismo. Y este lector que escribe, no sin altivez, suele abandonar cualquier texto en el que detecte tres faltas ortográficas.

Y así, andando yo el jueves pasado en busca del término que se ajustase a lo pensado de una propia y manifiesta contradicción a publicar en la red social que uso y siendo incapaz de dar con él en el DLE, opté por calificarla de ‘fragante’, siendo el buen Fidel Tomé quien, con elegancia, me corrigió preguntándome si no sería ‘flagrante’ la contradicción. E igual me sucedió anteayer, cuando, dándome por recuperado de gozos y excesos, escribí un ‘saltibanqui’ que, tras discreto aviso privado de Laly del Blanco, convertí, en mi espeseza, en ‘saltibamqui’ y, merced a su paciencia correctora, acabé fijando, ¡por fin!, en ‘saltimbanqui’.

Hubo, en ambos casos, quienes privadamente me hablaron de la conveniencia de retirar de mis públicas publicaciones corrección y justas gratitudes, mas no encontré porqué no engreído que justificase el borrado de lo que, en verdad, por generosa prueba de amistad tengo.

Además, quién en estos convulsos tiempos –y más a esta otoñal edad– no mete un flagrante gazapo y queriendo escribir ‘Infección’ manuscribe ‘Pusdemont’.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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