De Cabreros a Cubillas: Pueblos de tierra y agua

Cabreros del Río ha escrito sus historias apegado al trabajo en la tierra y al cauce del Esla. Muy cerca está Cubillas de los Oteros donde también son de tierra, con sus bodegas, y de agua, aguardiente

T.G.
01/11/2020
 Actualizado a 01/11/2020
Los soportales de la plaza de Cabreros. | MAURICIO PEÑA
Los soportales de la plaza de Cabreros. | MAURICIO PEÑA
Si con suerte se cumple el refrán de «mañana de niebla, tarde de paseo» no hay motivos para rechazar un día de cielos grises en el que poner rumbo al sur de León. Si la suerte no acompaña en el viaje y los horizontes permanecen desdibujados durante todo el día, quizá las fotos para el regreso a casa no serán tan buenas, pero para dar luz ya están las historias. Muchas cuentan las calles de Cabreros del Río, pueblo de labradores que hace gala de ello con una escultura en la plaza del Ayuntamiento dedicada al antiquísimo oficio de cuidar de la tierra. También es la profesión que hace presente y futuro en este pueblo aunque, afortunadamente, lo hace con menos azadones y más satélites.

Muy cerca del austero labrador, junto al parque, hay otra escultura llena de vida y también de movimiento. Son dos niños jugando a ‘la una anda la mula’, uno de esos entretenimientos que los más mayores del pueblo recuerdan con cariño sobre su infancia. Su silueta sirve de homenaje a la tradición y a la memoria pero la infancia en Cabreros no solo es un recuerdo. Las escuelas de esta localidad permanecen abiertas con más de una veintena de escolares. Son la resistencia a la despoblación, esa que han sabido capear con acierto y éxito a juzgar por las muchas mochilas que se pasean por el pueblo cuando llega la hora de la comida y los niños vuelven a casa. Ese alborozo y la algarabía de la hora del recreo son el mejor sonido que puede caracterizar a un pueblo a día de hoy. Cabreros del Río suena a futuro.

Muy cerca del pueblo el que también suena es el Esla. El cauce llenó de fertilidad las tierras del municipio y también de esas historias con las que alumbramos este paseo por Cabreros. Cuentan la del tío Jeníparo que en realidad se llama Victoriano aunque algunos le llamaban ‘el tonto de Benamariel’. Este, aprovechando una época en la que el Esla bajaba con poco caudal, cruzó el río para pernoctar tres noches en Cabreros. Dicen que cuando quiso volver, las aguas habían crecido y se vio en mitad del río sin saber qué hacer. «¡Virgen del Dado, pásame al otro lado!», exclamó el hombre por el que, según la leyenda, intercedió la Virgen y dos pastores acudieron a su auxilio.

El milagro de Jeníparo no es el único que se le atribuye a la Virgen del Dado que veneran los vecinos de Cabreros y cuya talla reposa en la ermita ubicada en el paraje conocido como ‘La Granja’ y en el que en su día hubo un monasterio en honor a San Antolín. Pero el patrón de Cabreros es San Miguel, aunque también rinden honores a San Isidro y a San Antón, este último en la pedanía de Jabares de los Oteros con la que Cabreros conforma el municipio. Pero no están estos tiempos para fiestas con la pandemia. Poco tiene que ver esta con la de 1918, una gripe que por aquel entonces asoló Cabreros hasta el punto que cuentan que «prohibieron tocar las campanas a muerto por el efecto que causaba a quienes veían su muerte cercana». Así lo recoge Juana García González en un libro publicado en los 80 del siglo pasado que lleva por título ‘El ayer de un pueblo leonés’. No se le escapan a sus páginas ni la importancia de los cerezos en Cabreros ni que la historia de un pueblo se escribe también con la de los pueblos de al lado que en ocasiones son más rivales que vecinos. Esa hostilidad era la que afloraba en no pocas ocasiones entre Cabreros y Cubillas, localidad a la que ponemos rumbo dejando atrás la cooperativa Ucogal, santo y seña de la economía del municipio, y pasando por Gigosos.

Ambos pueblos, que apellidan Oteros, son un municipio a parte donde todavía queda el testigo del sector vitivinícola que predominó en su economía. La iglesia de Cubillas, dedicada a San Esteban, es una muestra del arte renacentista en el sur de León. Y de un templo, a otro que podría ser denominado como tal y que no es otro que la destilería Cascallana, una sociedad que data de mediados del siglo pasado y un buen lugar del que salir con una garrafa llena dejando atrás un vaso de chupito vacío tras haber calentado el gaznate con un buen trago de aguardiente para poner el broche a un paseo por dos pueblos de tierra y agua, la del Esla y la del orujo.

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